Cuentan, que desde que el buen Santo Tomás tomó la decisión de hacerse dominico, en su familia todo fueron zancadillas y prohibiciones. Sus hermanas, instadas por su madre, Teodora, intentan a toda costa convencerle, le persiguen, e incluso llegan a encerrarle en la torre del castillo durante dos años durante los cuales aprovecha para leer el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo: las Sentencias de Pedro Lombardo. Además toma contacto con la Lógica y la Metafísica de Aristóteles. Tomás aprovecha su encierro de dos años para aprenderse de memoria muchísimas partes de las Sagradas Escrituras. Pero Sus hermanos, aguerridos militares, se encuentran constantemente a un Tomás obstinado. Le ruegan y lo amenazan, pero no logran quitarle la idea de seguir con su vocación. Le hacen jirones el hábito blanco y se burlan para que se avergüence, le despojan de sus libros. E incluso llegan a enviarle una prostituta para tentarlo. Tomás toma en sus manos una rama encendida del hogar y se lanza contra la mujer, amenazándola con quemarle el rostro si se atreve a acercársele. Ella sale huyendo y Tomás, con la brasa dibuja una cruz en la puerta frente a la cual se arrodilla a rezar. Esa misma noche contempló en sueños unos ángeles que venían a felicitarlo. Quizá fue entonces cuando les tomó querencia dedicándoles profundos estudios que le valieron el sobrenombre de doctor angélico. Y también Doctor humanidad Su obra abarca 38 volúmenes entre temas filosóficos cuestiones políticas e incluso relacionadas con las ciencias de la naturaleza. Todas ellas impregnadas de una intensa búsqueda de la verdad y del deseo de demostrar la existencia De Dios. Hoy celebramos su día.
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