jueves, 25 de junio de 2020

CANCIONES PARA DESPUÉS DE UNA GUERRA



Después de haber acudido a la filmoteca de Castilla y León cuya sede se encuentra en la antigua casa de las viejas en Salamanca he podido visualizar por sugerencia de la encantadora guía ,cuyo nombre no me percaté en averiguar, el documental “Canciones para después de una Guerra” realizado por Basilio Martin Patiño.  Resulta que la sede se llama así porque era lugar de Caridad para mujeres viudas y desamparadas. Las acogían y alimentaban. Una especie de asilo para pobres.
Por suerte  el documental está libre en YouTube. Así que durante una hora y cuarenta minutos desfilaron ante mis ojos y resonaron en mis oídos las canciones que acompañaron mi infancia. Eran las que me enseñaron mis padres: las películas de Amparito Rivelles, la locura de amor de Aurora Bautista Juana la Loca, la Raza orgullosa de Alfredo Mayo, la gallardía legionaria de Manuel Luna, o acaso el fingido gracejo andaluz de los chafados habitantes de Villar Del Río que se quedados de rositas tras el tan baldío como estruendoso paso de las hordas americanas en “Bienvenido Mr. Marchall”. Esos almibarados anuncios de crecepelos, limpiabaldosines, y otros productos que hoy ni siquiera conocen. Los seriales radiofónicos de Radio Andorra, las cartillas de racionamiento y los niños esperando interminables colas para poder comer de la cacera escasa si es que les llegaba. Decía el director de la película, el célebre Basilio Martín Patiño que al terminar la película el mismo se había quedado sorprendido de la cantidad de niños tristes que había elegido y que ocupaban gran parte del metraje, en sus rostros tristes. Los rostros de una posguerra feroz que atacó a todos aunque claro, los vencedores la vivieron mucho mejor. Una España distinta más religiosa, quizá no del todo auténtica esa fe muchas veces interesada y un tanto deformada, una escuela ideologizada en aras a conseguir, quizá de un modo un tanto artificial una unidad que se juzgaba necesaria.
Y como telón de fondo las coplas de las grandes, “La bien pagá” de Imperio Argentina, “Tatuaje “ de la Piquer, o “la morena de mi copla” de Estrellita Castro.
Imágenes. Miles de imágenes de manos alzadas, de caras desoladas, de gestos triunfalistas, de expresiones esperanzadas o acaso fingidas, de fervor popular, de endiosamientos, lealtades, deslealtades, manipulaciones. Generaciones unidas por el desastre de una guerra fratricida.
Y yo pensaba en lo que me contaron y lo que nos dicen, y de lo que opinan. Y de que aquellos barros vienen estos lodos. Himnos fascistas, vencidos comunistas, líderes políticos divinizados, otros demonizados y el pueblo mirando quien puede darle de comer.
Es lo que importa. Que te resuelvan la vida. A veces se aparca la ideología cuando manda la cartera.
Siempre queda el consuelo de escuchar una hermosa canción que narcotice la conciencia.
No sea que nos de por pensar y a lo mejor la liemos. Pensando en los muertos de unos y de otros y empiecen los tiroteos, esta vez de cadaveres enfrentados que desenterramos de alguna que otrora fosa aún por encontrar.
Disfruté viéndola aunque me removiera un poco.
Te la recomiendo.

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