No se si soy negro, ni si soy blanco, ni tan siquiera se si soy hombre.
Así de contundente se muestra Don Shirley, un pianista negro encarnado por Mahershala Alí en la película Green book. El libro verde era la guía que contenía los establecimientos hosteleros donde podían entrar y pernoctar los afroamericanos en los 60 en la sociedad del sur de los Estados Unidos. El pianista, reputado concertista, ha sido contratado para realizar una gira de conciertos. Para que le acompañe en su viaje por las hostiles tierras sureñas, Don, a su vez, contratará a un peculiar chófer italiano, Tony Lip, magistralmente encarnado por Viggo Mortensen a quien descubrimos en una vis cómica hasta ahora nunca vista en este conocido actor. El bueno de Tony no siente especial simpatía por la gente de color. Pero su mirada irá cambiando a medida que va conociendo más a su desconcertante jefe.
Reflexión acerca de la hipocresía de una sociedad donde se alababa a un intérprete virtuoso mientras se le negaba el acceso a los espacios exclusivamente destinados a esos blancos que antes la habían aclamado.
El artista acude a un club privado para dar uno de sus conciertos.
Se le reserva un aparcamiento honorífico, se le rinde pleitesía, se aclama su actuación. Pero cuando acaba el concierto, cuando solicita indicaciones para acudir al baño, le remiten a un cochambroso cobertucho de madera que se halla a unos cuantos metros a distancia. Ni tan siquiera se le permite cenar en el restaurante compartiendo espacio con los comensales que antes le habían aplaudido a palma batiente
Me pregunto si eso ya está superado. Y observo la realidad de las aulas donde me muevo cada día. Puedo afirmar categóricamente que no, que aún sigo escuchando expresiones desconcertantes. Que aún hay diferencias entre razas, religiones, colores, ideologías. Sobre todo en los centros de cierta élite donde se supone que están las clases más altas. Esas que apenas pisan el barro de los humildes. Que aún escucho comentarios sorprendentes en mamás y papás horriblemente preocupados por la presencia de elementos disidentes en las aulas. Esos sujetos que contaminan a nuestros retoños y bajan el nivel académico. Que les traumatizan presentándoles realidades que hieren sus sensibilidades.
Ignorancia atrevida. No saben que aislar a sus hijos irá en detrimento de ellos en el futuro. Están alimentando individuos insensibles que alguna vez tampoco mostrarán piedad para con ellos. Si hay algo que la educación pueda hacer por los individuos es estimular en ellos la compasión por los padecimientos ajenos y eso no será realizable si jamás ven padecer a nadie.
La diversidad es el mejor instrumento para lograr la verdadera paz. Para favorecer la empatía.
Aún siguen existiendo green schools, vip places donde muchos no son aceptados, escuelas gueto donde han puesto el letrero de no pasarán para los hijos de esos padres tan celosos guardianes de las almas delicadas de sus hijos. Todo menos traumatizarles.
Prefieren mantener alejados a los que desentonan . Una pena.
No dejéis de ver la película. Hace pensar.
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