Esta mañana intentaba explicárselo en clase. El sufrimiento nos abre una ventana en el alma aunque a menudo nuestros cristales empañados nos impiden penetrar en tan insólito misterio. Y es que nos resulta difícil entender los efectos devastadores de las catástrofes naturales y las angustias personales ante la prematura pérdida de una hija o un familiar allegado. Nos rebelamos cuando escuchamos noticias sobre abusos a menores, violencia de cualquier género, las muertes por hambre, nuevos focos de guerra que continúan propagándose sin que ningún otro acabe de cerrarse, la tragedia de los refugiados, el goteo constante de muertes de hermanos cristianos. Y la enfermedad. Esa indeseable compañera de nuestra humanidad doliente con la que todos caminamos en algún momento de nuestras vidas. Y es en estos momentos de angustia cuando se hace necesaria la presencia del otro. Del brazo que conforta, la mirada que restablece, el oído que alivia, la sonrisa que desdramatiza , el aliento que mima, e incluso la mano que poda y cauteriza. Ese familiar, amigo o voluntario que redime con su presencia y que nos reedifica con su acompañamiento.
La palabra voluntario tiene raíces latinas en el verbo volo, que significa querer y está íntimamente unida a la voluntad. Es algo que debe trabajarse porque requiere un esfuerzo, un acto de renuncia a uno mismo y de superación de obstáculos y prejuicios. Y voluntario es el ayuno al que nos convoca hoy manos unidas recordándonos que cada día pasan hambre 821 millones de personas. Poco cuesta realizar un gesto para recordar esta gran tragedia que vive nuestro mundo a diario. Un problema no resuelto al que hay que seguir plantándole cara cada día revisando nuestros hábitos de consumo y rascándonos el bolsillo para colaborar con esta organización de nuestra Iglesia Católica española que este año celebra su campaña número 60 cediéndole el protagonista a la mujer y recordándonos que fueron precisamente un puñado de mujeres de Acción Católica las que pusieron en marcha esta gran obra que promueve proyectos en los cinco contienentes. Un grupo de voluntarias llenas de entusiamo y garra a las que no les faltó Fe ni voluntad. Ellas y toda esa nutrida cantidad de voluntarios nos recuerdan que a lo mejor el sufrimiento , el dolor y la fragilidad sí pueden llegar a tener un sentido.
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