La idea me la dieron Emilio Calatayud y sus sentencias ejemplarizantes. Este juez de menores granadino condena a los culpables de alguna tropelía a realizar desagravios tan curiosos como pintar la pared que garabatearon, ayudar al anciano al que pegaron el palo o sudar la gota gorda reparando algún desperfecto producto de un acto vandálico.
Pues bien. Mis condenas por una falta de disciplina en el Aula quieren ir en esa línea. Los culpables han de acudir a un lugar fijado, generalmente la biblioteca, y aprenderse de memoria un texto.
El último imputado redimió su fechoría aprendiéndose una poesía que a la vez es oración. El único daño colateral aparte del obvio para el transgresor es que la profe hubo de quedarse con el alumno para ser testigo de que se aprendía el texto y luego se lo pregunté.
A mi rubio alumno de cuarto no le quedo otra que aprenderse la Oración de La Paz de San Francisco. Un bello texto lírico que luego hizo las delicias de profes y alumnos cuando éste la recitó con motivo del día de La Paz. Permitidme que os la lea, aunque no lo haré tan bien como él:
Haz Señor de mi un instrumento de tu paz.
Que donde haya odio, ponga yo amor
Donde haya ofensa, ponga yo perdón;
Donde haya discordia, ponga yo unión;
Donde haya error, ponga yo verdad;
Donde haya duda, ponga yo Fe;
Donde haya desesperación ponga yo esperanza;
Donde haya tinieblas, ponga yo luz;
Donde haya tristeza ponga yo alegría
Oh maestro, que no busque yo tanto
Ser consolado como consolar;
Ser comprendido como comprender
Ser amado, como amar.
Porque es dando como se recibe;
Olvidando, como se encuentra;
Perdonando, como se es perdonado;
Muriendo, como se resucita a la vida eterna.
Por cierto…os aseguro que varios colegas me han felicitado por la medida y no eran profes de Reli…
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