¿Qué puede haber de bueno en una despedida?
Pues lo hay si esa partida deja frutos y presagia alumbramientos gozosos.
El pasado sábado despediamos a Isabel y Maripepa. Amigas Carmelitas misioneras que cierran casa y presencia en León para irse cada una a una punta de la península. La maternidad, colegios en Boñar, Santa Lucía. Mucho les debe nuestra Diocesis a esta congregación fundada por el Beato Francisco Palau y que cuenta entre sus miembros con más de 30 hermanas leonesas. Han sembrado de Evangelio nuestros pueblos. Esos pueblos que ven aligerarse las calles tras el éxodo estival. Y es que las gentes quieren ciudad y bullicio. Quieren reunión y regazo como el de esta Iglesia Diocesana que acoge cada año la Semana de Pastoral. Esperado evento otoñal. Animada este año, como el anterior, por un lema claramente mariano. En cuanto tu saludo llegó a mis oídos la criatura saltó de alegría en mi vientre. Palabras que Isabel pronunció ante una Virgen peregrina que había acudido a su encuentro. Una Virgen en camino como nuestra advocación leonesa, que hoy celebramos. Imagen entrañable que reside en la Basílica del pueblo al que da su nombre. Un templo exaltado recientemente en el libro Virgen del Camino, enclave de misterios del escritor Isidro Cicero que asegura que sus muros albergan, entre otros enigmas, un auténtico parque temático sobre el rosario.
En silencio una madre llora rota de dolor con el hijo entre sus brazos. Aún así en medio de su desdicha levanta su rostro maternal para esbozar una mirada que sabe a sonrisa .
El desgarro de la pérdida siempre acompaña a cualquier adiós por mucho que sepamos mientras agitamos sonrientes nuestros pañuelos al viento que ese alejarse será tan sólo un hasta pronto.
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