Paseando por las calles de Amsterdan, cerca de la zona del barrio rojo descubrimos un club social de profesores universitarios aficionados al tango que disfrutaba de la belleza de esta música argentina de la mano de un cuarteto de cuerda.
Entramos y nos permitieron quedarnos para disfrutar de la fiesta. Trabé animada conversación con un jubilado de más de ochenta años de salud envidiable y energía desbordante. Culto y jovial. Amante del tango, de la vida, de la música y de la buena conversación. Las palabras sabían especialmente bien al calor de la música y al olor del café. Una taza primorosa con forma de capullo floreado donde rebosaba la espuma enriquecida con la nata. Café al estilo holandés acompañado de una galleta de mantequilla. el azúcar adquiría curiosas formas de pequeñas rocas. Nunca lo había visto presentado de esta forma. La música sonaba maravillosamente bien y los bailarines esmeraban su compás. El resultado fue un instante inolvidable para mi compañero de viaje y para mi.
Astor Piazzola y su "Adios Nonino" formó parte de aquel momento que deleitó nuestra tarde en medio de un agradable paseo por el barrio viejo de la bellísima ciudad de Amsterdan.
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