Hoy pude ver en tu piel habitando a la noche y tras tus ojos ébano atisbé a unas cuantas generaciones que clamaban por el retorno a la tierra que te alumbró. Tu aseguraste no recordar nada de tu país de orígen, Senegal, pero algo en tu rostro se iluminó al oírme repetir el nombre de vuestra patria.
¡Cómo me impactó tu oscuridad!
Hoy seguramente interpele mis sueños porque me ha traído olores de angustia que rezuman los abandonos, las huidas, esas pateras...
Todos quieren volver a casa. No porque nadie quiera echarles, que también, sino porque molestan sus diferencias, hieren sus abandonos, golpean sus soledades e interpela tanta angustia de aquellos a quienes cercenaron sus raíces a causa de estúpidas guerras que nadie entiende. Sólo los señores de las armas que necesitan cuerpos para impactar sus balas.
Cinco millones de preguntas se hacinan al otro lado de las vallas esperando que alguien abra y calme su desdicha.
Pero no cuentan porque no gritan y si lo hacen nadie les escucha.
Desaparecen niños que no importan porque son hijos de padres que no tributan, almas errantes, besos que nadie computa porque son ósculos de labios negros, voces muertas, hombres y mujeres cuyas manos están amputadas antes de que nadie las corte.
Hoy pude padecer la noche habitando en tu piel. Muchacho inquieto que revolviste mi alma. Dejaste tras de ti una marea de deseos con sabor a incertidumbre. Negrura que me alumbró para desvelar las telarañas que habían ocultado la conciencia.
¡Maldición!¡Y yo que quería seguir flotando en mi propia inconsciencia!
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