domingo, 28 de febrero de 2016

METERSE EN LA PIEL DEL OTRO




Siempre me fascinó la elegancia de Gregory Peck. Creo que es el primer "chico" del que me enamoré.

 Desde la primera vez que le contemplé en "Las llaves del Reino" quedé fascinada del magnetismo que desprendía en todos sus gestos mesurados, serenos, delicados que transmiten nobleza y profundidad a través de la pantalla.

La interpretación como protagonista en la célebre película "Matar a un ruiseñor" basado en el libro del mismo título de la recién fallecida Harper Lee le valió un Oscar al mejor Actor en 1963 en el que los expertos consideran el mejor papel de su carrera.

Encarna el papel de un abogado honesto -Atticus Finch -  viudo y padre de dos hijos: "Scout" y Jem. Al abogado le toca el difícil papel de defender a un negro acusado de abusos y asesinato a una joven blanca. La trama se desarrolla en pleno sur de Estados Unidos en una sociedad que aún veía con buenos ojos la esclavitud y mantenía las distinciones por motivo de raza. El final descoloca al expectador cuando irrumpe en escena un personaje del que nadie esperaba nada bueno.

La hija menor de Atticus será la narradora de la historia que va desgranado este pequeño relato que engancha al espectador desde el inicio del film. El director Robert Mulligan parece haber rodado la película encarnándose en la mente e un niño. Afronta el guión con una exquisita sensibilidad y delicadez alejada de toda sensiblería ñoña.

He constatado con mi hija mayor su capacidad de "enganche" a pesar de el blanco y negro. La película le encantó.

Os dejo esta preciosa escena con indudable valor educativo en el que padre e hija llegan a un acuerdo mientras su padre le explica con una exquisitez y ternura no exenta de autoridad la necesidad de "meterse en los zapatos del otro".

La película transmite un mensaje esperanzador  y tiene un indudable valor educativo en el entorno doméstico y escolar.

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NARANJAS DE ESPERANZA