A la hora destemplada de la tarde
relinchó la tristeza.
Y
la sorprendió husmeando entre
el gentío.
Perdóname por andar
buscándote entre las sobras
aterida
de frío.
Despeñada en mi propia
indiferencia
indefensa
y
vencida.
Desangelada ante el bravío
y voraz destino.
Que me desnuda
provocando la simpleza
infantil de la
vergüenza
de pecas y trenzas.
Como inútil
me siento en tu ausencia.
Intrusa en desbandada
en un eterno retorno frío
que aplaca noches yermas.
Desvarío: Muerte, detente.
Siembro sombras
entre las sobras.
Y relinchó la noche
contra la tarde.
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