Estirpe de agradecidos.
Por Marta Redondo.
Viernes 15 de enero de 2021
Érase un año de futuro incierto. Al regreso de las vacaciones navideñas la profesora recibió una postal de felicitación que se había quedado rezagada en el rincón de una mesa sin poder llegar a tiempo. Pero la buena nueva se presentó en su día correcto porque sirvió para insuflar fuerza a la docente que se reincorporaba a un trimestre que había empezado tiznado de un blanco parduzco y hielo en el aliento insano. La profesora abrió la carta de aquella alumna que recientemente había comenzado su proceso de catecumenal para bautizarse. El texto decía lo siguiente “ Muchas felicidades. Te deseo unas felices fiestas y que el año que viene nos traiga por fin la salud a todas las personas. Me alegra mucho haberte conocido y que hayas sido mi profesora y mi amiga en el camino de la Fe. Siempre estarás en mis recuerdos. Un beso muy grande”. La profesora leyó la firma de aquella delicada alumna que un día le rescató de la desidia. Nuevamente la dulce mirada del pequeño ángel acudió a su mente. Y pensó en él nombre de la niña, Laia, Dulce y acariciador, y que parece como de princesa de cuento perteneciente a una de esas estirpes tan escasas como necesarias. La estirpe de los agradecidos. Y entonces la incertidumbre aposentada al fondo de la estancia se levantó para encender la tenue luz de un verde esperanza. La niña será bautizada, si Dios quiere, el sábado Santo.
Gracias Dulce niña.
Yo también quiero formar parte de esa estirpe de los quisieron volver para dar las gracias.
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