En sus infinitas manos.
Colaboración cadena COPE viernes 29 de enero de 2021.
¿Quién no se ha dejado seducir por el murmullo del silencio paseando por un claustro o sentado en un poyo de esos centinelas que custodian sus muros apoyados sobre pétrea fachada conventual?. Monasterios arcanos que se exponen a los rigores de los caminos mundanos, como si fueran anacrónicos en una impasible mundanidad que les mira con las lentes de la perplejidad ignorante.
Porque entre sus paredes, constantemente desfilan en hilera sonora los murmullos sacros de las voces penitentes, el rastro acariciador de los dedos aterciopelando cuentas de rosarios mientras ruegan acariciando los nombres de los defraudados por una vida que les pesa en la no encuentran dicha ni reposo.
Ora pro nobis pro eis.
Rezan entre formas, luces y sombras. Recogen cientos de lamentos y decantan eternas penas y miedos de los hombres y mujeres que gimen en este valle de lágrimas. Tantas cartas de dudas y quejas y pesadumbres, y rebeldías que les llegan. Porque no. Los monjes no viven solos. Las monjas tampoco. Se enclaustraron para gozar a Dios de una manera más íntima y plena.
Porque para escucharle hay que sumirse en la palabra y el silencio. En él se recogen y nos recogen, nos llaman, nos rezan mientras se dejan acariciar por el suave murmullo, la tenue brisa , el deleitoso susurro que solo gozan los que se abandonan por entero y sin reservas en sus manos infinitas.
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