Mientras lloraba la tarde
desandábamosmos la tristeza de los caminos.
En un otoño adelantado escuchábamos
distantes. A tal tiempo los poetas recitaban
versos enmascarados en una plaza.
Y a tal tiempo el rugido de la nube acechaba
también, temiendo el alarido en la tarde
que se enredaba hueco.
Flotaba ingrávido
en un sinsentido no sentido.
El que ahora rasga, rompe y desnuda.
Cercena, arrasa, desgarra.
Se quedó estático y burlón.
Empeño vano el mantener
el temple destemplado,
huir de la incertidumbre
que atenaza el presente y amenaza
con abordar el futuro.
Famélica risa
prefabricada en la quimera
de lo imposible
que avanza devorando todo
lo que encuentra a su paso.
Y deja sembrada simiente
de lágrimas.
No queda más.
Que eso.
Rodaron las manzanas
y se llenaron de cocos.
Sepultaron las mariposas
y se hizo tarde para ver morir la tarde.
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