Dice una poetisa que los versos son los gemidos de la tristeza.
Que es inútil pretender lo eterno porque El Valle fue conquistado por lágrimas inventadas que se quedaron a ras de los ojos.
No pudieron salvarlas.
Se escondieron para que no pudieras escucharlas gritar.
Si salieran no habría tímpanos capaces de soportar el dolor que anidan.
La pena honda que alberga el tallo tenue de la violeta.
La marea sube.
Anega el sueño de la melancolía
mientras recojo los pedazos de tu sonrisa.
Y vuelve a caer la tarde baldía.
Con la desesperanza que renace inútil.
En los labios larvados en el desalmado pecho
de la poetisa que esconde versos.
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