¡Cuán gritan esos malditos en tiempos de carnaval! Comienzan los griteríos. La campaña electoral. Emergiendo en lúgubre noche surgen huestes espectrales. Al vulgo han de convencer de que viene siendo menester decidirse necios, medios y cabales.
Rostros traen de ceño adusto, oran plegarias al cielo queriendo esconder el susto de la sombra del recelo.
¡Pardiez! Saben que el día diez llegará el desenlace que les deje liberados de este tan duro trance.
Y aunque almas cándidas juzguen que el voto no es purgatorio sino algo muy perentorio, no les quepa alguna duda. En ocasiones este también muda.
Ya acuden a la taberna del laurel prestos los jugadores. Para ganar tan arriesgada apuesta exhiben galanes conquistas de los que están en las listas.
Los candidatos el galardón del gobierno quieren del cielo gozar . ¡Mal rayo parta al infierno! Todos pretenden medrar.
Muestran ufanas propuestas que den el corte de manga a las funestas encuestas que siempre amargan las fiestas.
Sanidad, Economía, Vivienda. Hacienda, Justicia y educación. Y siempre, sin redención, todos mentan sin olvido a la pobre religión. Clásico de cada legislatura la tan manida asignatura.
Hablan mucho y muy seguido, no escuchan al pueblo llano no vaya a ser que un hermano les hable del tema tabú ¡Por Belcebú! Nadie será tan bellaco de nombrarles el desmán de ese asunto catalán.
Mientras tanto en velatorio yace un elector doliente que busca como penitente tomar decisión correcta. Temeroso como plañidera de dar confianza a cualquiera.
Ya sale en Santa Compaña la hilera de candidaturas en sagrada peregrinación soñando con ser lumbreras de la próxima elección. Ya se escuchan los ábregos otoñales que acunan los cipreses del cementerio, mientras los del flagrante adulterio ocultan sobres lujuriosos.
La dama de la guadaña se da muy buena maña para venderse a buen precio si el fin merece la pena. Ella siniestra y huraña sabe mentir con salero y cavar a palada batiente la tumba de la democracia. ¡Traición!¿Resurgió la corrupción? Se frotan manos con esmero. Poderoso caballero es D. Dinero.
Los militantes subyugados escuchan disertar a sus votados.
Y nosotros, triste lectora, lector que también suspiras, censos de nombres repletos, urnas que estáis en los cielos, sillones azules que esperáis nobles posaderas.
Dejad todo abatimiento. Tened fe en la salvación. En la diosa crítica en cualquier cuita política. Ella, siempre al acecho, de deberes y derechos. Nuestro más insigne don: la noble Constitución.
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