Lloraban los nardos
Elevando su luto que
Ondeaban a media asta.
Nubes de oro
Ardían en silencio entre los besos
Robados a un cuerpo silente
Duele la ausencia
Sangraba la luna
Y se enredaba el aire
Vuelan presagios
de nidos vacíos.
Entre las espuelas de la tarde.
Palabras racheadas
Entre las brumas del desamparo.
Orfandad doliente
Que arribó despacio
Serenidad enterrada
En hueco turbio
Entre notas tristes
Que brillaban en su garganta.
Llora el recuerdo
La niña de porcelana.
Le escuece el alma.
Se apaga la tarde
Quedamos en calma.
Brilla el sol victorioso.
Se oye el galope tendido.
Y mientras aúlla el guerrero
Ondean al viento
Las crines del caballo victorioso.
Cabalga azabache.
Prieto orgulloso y repleto.
Una carrera al viento.
La vida renace.
Brillan aceros.
Vivos sus ojos.
Vuela libre.
Renacen sus piernas.
Retorna la hombría.
Le acuna la tarde.
Y le envuelve la brisa eterna.
Y la infinita ternura
del que reposa en paz.
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