viernes, 15 de diciembre de 2017

SUEÑO CREPUSCULAR



Aquella noche Charlie se vació de vida mientras de su boca emergían los sueños contenidos. A dentelladas se abrieron paso los gritos de una música torturadora y agonizante que ya ni siquiera cumplía su función de calmar desasosiegos. La fuente de paz se había secado. El tumulto interior amenazaba con adueñarse de él por entero haciéndole estallar en pedazos. Su música había dejado de ser bálsamo.

Así que buscó la huida acostumbrada, la ensoñación que le rescataba del quebranto. Pero esta vez decidió ponerse una dosis de adormidera más fuerte de lo habitual. Quería soñar despierto y juguetear enredándose en las plicas de las notas que volaban como ondas plagando de arquitectura armónica las paredes del local de jazz. No buscaba un final.

Aunque ella  se había ido. Por ello había que refrigerar el alma de su presencia, limpiar las fosas nasales de aquel perfume, restregar la piel a golpe de sonidos para borrar cualquier resto de  felinas caricias femeninas, librarse para siempre del embrujo implacable de aquella mirada.

Saxo y droga le rescatarían de la desazón que le había dejado su abandono.

Cuando  exhaló el aire para encerrarlo en la boquilla del instrumento sintió que con él se iban sus entrañas. Y salió por la campana del instrumento para liberarse estallando en fuegos multicolores.

A la mañana siguiente Laura le encontró muerto, tendido en el suelo, rodeado de confetis multicolores. Si. Era bird, como le llamaban a Charlie. Charlie Parker, alias bird, el más célebre saxofonista de todos los tiempos había muerto.

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NARANJAS DE ESPERANZA