Festejar la vida.
Por Marta Redondo
Mientras se queman los últimos cartuchos de unas anheladas fiestas después de dos años de alegrias robadas y revivimos los recuerdos de los momentos vividos durante este curso que comenzábamos entre embozos impuestos por esta implacable lacra vírica que a tantos y tanto se llevó por el camino se alzan, ecos que aún cercanos se antojan costálgicos .
Ha sido un curso difícil en el que hemos visto arribar a nuestros centros, como naves rescatadas de naufragios, a unos cuantos alumnos y alumnas refugiados venidos de países en guerra, en especial ucranianos.
Ayer, en muchos centros celebrábamos nuestro último claustro.
Cada curso escolar que termina es un ciclo que se cierra. Una misión cumplida. La culminación de un trabajo. El premio a un esfuerzo. La recogida de una cosecha que será buena si se ha puesto cuidado en el sembrado. Llegan los agradecimientos, las lágrimas furtivas, los abrazos sinceros de alumnos y familiares que agradecen la tarea y esfuerzos empleados.
Si hay algo que como educadores nos reconforte es comprobar que salen adelante.
Es edificante constatar que pese a estar a final de curso este año un tanto inverosímil por haber eliminado septiembre de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, muchos alumnos se niegan a tirar la toalla y se aplican con esmero al estudio, aunque sea un tanto in extremis, con el apoyo de las familias que les animan y ponen cuidado para que los hijos consigan superar los escollos impuestos por una sociedad hiperestimulada y la revolución hormonal que los adolescente traen de serie.
Aquel muchacho tímido, mal estudiante, pero que no se rindió.
Estos días me encontré con uno de ellos. Está estudiando Ciencias Ambientales, tiene ilusión por cambiar las cosas, recordaba las clases de religión, el cariño recibido.
Su amplia sonrisa denotaba paz y agradecimiento.
Fue un encuentro agradable, un buen preámbulo para celebración de unas vacaciones de verano que preconiza que pronto comenzarán nuestros ritos veraniegos, este año más normalizados.
Hay ganas de festejar la vida. Sean pues dadas gracias a Dios por un curso finalizado y un julio que se despliega pleno de anhelos veraniegos.
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