La capacidad de nuestros alumnos para sorprendernos gratamente no tiene límites, y que nadie se la ponga.
Él es Anás, un muchacho musulmán al que tengo la suerte de conocer porque dos de sus amigos, también musulmanes, son alumnos de Religión Católica.
Por circunstancias que tampoco vienen al caso ayer Anás se pasó por nuestra clase.
Cuando hablas con él palpas una cordura y sentido común no demasiado habituales en un alumno de bachillerato.
Al terminar, móvil en mano, y con una sonrisa franca que intuí bajo su mascarilla, me comentó animado: “Profe, ayer estuvimos con unas monjas”. Y me mostró, orgulloso, la foto.
Lo que, como decimos por León, me prestó...
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