BUSCANDO LA FELICIDAD.
Por Marta Redondo.
La Nueva Crónica.
5 de octubre
La búsqueda de la felicidad parece un tema manido. Proliferan en los estantes de las librerías las recetas que ofrecen en formatos de píldoras literarias, bajo la más variopinta apariencia, fórmulas magistrales que garantizarán alcanzar el status de la dicha y el sumo bienestar.
Por un lado están los defensores del estilo de vida slow life, una suerte de ralentizacion del ritmo diario que garantiza un nirvana. Aconseja transitar a cámara lenta y enfrentarse a las adversidades sin acritudes ni destemplanzas.
Otra de las propuestas centra su acento en la atención plena. Que nada escape a nuestra capacidad de asombro. Abstráigase en la magia del momento con la plena consciencia del que mira todo a su alrededor con la lente virgen del reciente despertar. El mindfulness focaliza los sentidos en la acción presente. Predica que es posible encontrar la plena dicha en la contemplación de los instantes procurando que la mente se despoje de cualquier distracción que pretenda alejarla de la plena consciencia del momento. Filosofía oriental que sin duda tanto tiene que enseñarnos.
El currículo de la materia que imparto en Secundaria exigía en tercero de la ESO esta semana afrontar la cuestión en el aula . Les propuse que elaboraran de manera individual una lista con las cinco cosas que más felices les hacen. Las respuestas fueron de lo más variopintas: los amigos, la fiesta, el “fortnite”, las motos, mis perros, bailar, el mancebo o manceba que en la actualidad acompaña mis días. Echaba yo de menos, con cierta preocupación , la alusión a cierto referente que la Fundación SM ha recogido en su Informe “Jóvenes españoles entre dos siglos (1984-2017)”, una mención que la fundación presenta como el referente vital más importante para el 97% de los jóvenes: la familia.
Afortunadamente un muchacho con cierto aire altivo y rostro níveo alzó airoso su brazo pidiendo el uso de la palabra.
“Profe, ¿puedo decir lo mío?
Pues claro hijo, estamos deseando escucharte.
A mi en realidad lo que me hace feliz es que mis padres estén bien.”
Desconozco el motivo por el que el muchacho desafiante del fondo decidió compartir tan íntimo anhelo con el resto de sus compañeros y la profesora que suscribe, pero confieso que tan valiosa aportación me hizo caer en la cuenta de que entre las apuestas que porfían por darnos la solución a la cuestión de la felicidad falta el referente al otro.
Se centran demasiado en el propio ombligo. Y el ombligo no deja de ser una cicatriz que antes estuvo cubierta por un cordón umbilical de pura dependencia materna.