Pedaleábamos desenfadadamente desafiando al mar, el sol bañaba nuestros rostros y el viento nos regalaba caricias que agradecíamos después de un caluroso día. La Luz sobre el mar nos alimentaba de sueños y quimeras. La pequeña disfrutaba del tobogán a bordo de la pequeña barca de pedales.
Paz, placidez, olvido y disfrute.
Una vez finalizado el tiempo de disfrute nos acercábamos a la orilla jocosos.
Nos cruzamos con otra barquito repleto de niños. Les saludamos entre bromas.
Alguien desde la otra embarcación dijo. ¡Como en las pateras!
El resto de los embarcados rieron.
Entonces la risa se tornó tristeza y de pronto la orilla se me hizo lejana y eterna.
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