domingo, 9 de julio de 2017

¿TRAGARSE LA PATRIA A PALADAS?


Yo tenía un profesor de antropología filosófica que decía que el instinto territorial es el más fuerte que existe. Más aún que el de supervivencia. Arriesgada aseveración que sin embargo viene corroborada por la legión de muertes que el desmesurado amor a la patria ha causado a lo largo de la historia.


Estos días se recuerda el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Aquel joven concejal del PP en el Ayuntamiento de Érmua al que ETA ejecutó tras 48 horas de  un secuestro asestándole a corta distancia dos tiros en la cabeza. Aquellos días la sociedad española se conmocionó y ETA comenzó a fraguarse su propia muerte.

¿Quién no recuerda dónde estaba en el momento en que se dió a conocer la funesta noticia de su muerte? Yo recuerdo perfectamente que estaba en mi pueblo con los ojos puestos precisamente en una ventana cuando desde el fondo de la casa donde veraneo se escuchó la noticia a través del receptor de radio. ETA sabía de antemano que además de ser materialmente imposible acercar a más de 400 presos en tan breve período de tiempo el Estado de derecho no agacharía la cabeza ante el chantaje terrorista.

La noticia fue un mazazo y generó en España el conocido grito de guerra basta ya amén de aquellas manos pintadas de blanco que se convirtieron en consigna  contra la Organización

Recientemente he leído la novela Patria de Fernando Uramburu que disecciona este episodio de nuestra historia reciente con gran maestría. Bittori es una mujer vasca a la que le han asesinado el marido. Tiene que marcharse del pueblo acosada por una sociedad en la que los valores parecen trastocados. Las víctimas no pueden llorar a sus muertos entre los suyos. Todo el mundo tiene miedo. El día del sepelio nadie del pueblo acude al funeral de su esposo y la mujer hace una triste reflexión: "Parece que en vez de enterrar al Txato le estamos escondiendo". Esa era la radiografía de una parte de lasociedad vasca por aquellos días. Corría el año1997 cuando la actividad de la banda terrorista se recrudecía especialmente en atentados, secuestros y catálogo de extorsiones varias.
En un momento de la novela, otro de los protagonistas, un preso etarra en la cárcel, se cuestiona si mereció la pena. ¿Patria o vida?

El verano es tiempo de lecturas y reflexiones. Ayer mientras me rondaban en la cabeza los recuerdos de Miguel Ángel encontré esta reflexión en la última novela Libro de José Luis Peixoto. Enterraban a una víctima que había fallecido durante la II Guerra Mundial.

¿Por qué tengo que ser yo el que se quede ahí, metido en una caja, tragándome la patria a paladas?

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