Terminábamos nuestro idílico periplo por la capital del Sena. Desde la cocina, sita en un desván podía distinguir las célebres buhardillas de los tejados parisinos. Aspiré la última imagen, el último recuerdo que pensaba llevarme de París. Pero como siempre Alguien pretendía poner su impronta.
A golpe de martillo entré en la habitación contigua a la mía. Una hermana se afanaba recomponiendo la habitación que acababa de abandonar un curioso huésped: ni más ni menos que una bailarina rusa. En seguida mi imaginación -debe ser cosa del alma femenina - le puso cara pálida, talle esbelto, zapatillas rosa palo y carácter lánguido, melancólico, un tanto depresivo. Sí, así debía haber sido aquella bailarina que vino a probar París.
A juzgar por la contrariedad de la hermana no había cuidado muy bien el mobiliario.
A juzgar por la contrariedad de la hermana no había cuidado muy bien el mobiliario.
La hermana se lamentaba por el estado de la habitación ¡Madre mía!¡Cómo lo ha dejado todo!. ¡Qué desastre!,
Realmente aquella bailarina debía haber sido un tanto descuidada. ¿Habría encontrado trabajo?. ¿Resultó para ella París tan fascinante como lo fue para mi?. ¿Conoció a algún parisino que le susurraba tiernas palabras francesas al oído?.¿Hubo de regresar a su país resignada ante la desilusión de un París frío que defraudó sus expectativas?
Sentada al borde de la cama desnuda de sábanas pensaba sobre todo esto cuando un objeto rojizo llamó mi atención. Era un pequeño librito rojo. En sus hojas bailoteaban juguetones caracteres desconocidos para mi. Quizás lengua rusa. Y entre sus páginas, al hojearlo se deslizó una bella estampa netamente ortodoxa de una Virgen con el Niño en brazos.
¿Rezaría con este libro mi soñada bailarina rusa?. Seguro que si.
Quizá algún día la conozca. A lo mejor descubre en la red la foto de su preciado librito. Entonces podré devolveré su libro que ahora guardo casi como una reliquia profana entre mis más bellos recuerdos de Paris.
Pues bonito recuerdo de una desconocida en París. Piensa que a lo mejor nunca te llega a conocer, pero tú a ella sí, en algún teatro del mundo puede estar ella bailando y añorando su libro rojo. Un abrazo
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