jueves, 13 de mayo de 2010

El Papa en Portugal


1.-Verdaderamente, los tiempos en que vivimos exigen una nueva fuerza misionera en los cristianos, llamados a formar un laicado maduro, identificado con la Iglesia, solidario con la compleja transformación del mundo. Se necesitan auténticos testigos de Jesucristo, especialmente en aquellos ambientes humanos donde el silencio de la fe es más amplio y profundo: entre los políticos, intelectuales, profesionales de los medios de comunicación, que profesan y promueven una propuesta monocultural, desdeñando la dimensión religiosa y contemplativa de la vida. En dichos ámbitos, hay muchos creyentes que se avergüenzan y dan una mano al secularismo, que levanta barreras a la inspiración cristiana.
2.- Cuando en opinión de muchos la fe católica ha dejado de ser patrimonio común de la sociedad, y se la ve a menudo como una semilla acechada y ofuscada por «divinidades» y por los señores de este mundo, será muy difícil que la fe llegue a los corazones mediante simples disquisiciones o moralismos, y menos aún a través de genéricas referencias a los valores cristianos. El llamamiento valiente a los principios en su integridad es esencial e indispensable; no obstante, el mero enunciado del mensaje no llega al fondo del corazón de la persona, no toca su libertad, no cambia la vida. Lo que fascina es sobre todo el encuentro con personas creyentes que, por su fe, atraen hacia la gracia de Cristo, dando testimonio de Él.

3.- Os confieso la agradable sorpresa que he tenido al encontrarme con los movimientos y las nuevas comunidades eclesiales. Al observarlos, he tenido la alegría y la gracia de ver cómo, en un momento de fatiga de la Iglesia, en un momento en que se hablaba de «invierno de la Iglesia», el Espíritu Santo creaba una nueva primavera, despertando en jóvenes y adultos la alegría de ser cristianos, de vivir en la Iglesia, que es el Cuerpo vivo de Cristo. Gracias a los carismas, la radicalidad del Evangelio, el contenido objetivo de la fe, la corriente viva de su tradición se comunican de manera persuasiva y son acogidos como experiencia personal, como adhesión libre a todo lo que encierra el misterio de Cristo.

4.- Me gustaría pediros, que deis nuevo vigor en vosotros mismos y en vuestro entorno a sentimientos de misericordia y compasión, capaces de responder a situaciones de graves carencias en la sociedad. Que se instituyan organizaciones y se perfeccionen las ya existentes, para que puedan responder con creatividad a todas las pobrezas, incluida la de la falta de sentido de la vida y la ausencia de esperanza. Es muy loable el esfuerzo que hacéis para ayudar a las diócesis más necesitadas, especialmente en los países de habla portuguesa. Que las dificultades que ahora se hacen sentir mayormente no os debiliten en la lógica del don. Que siga siendo muy vivo en el País vuestro testimonio de profetas de justicia y de paz, defensores de los derechos inalienables de la persona, uniendo vuestra voz a la de los más débiles, a los que sabiamente habéis motivado a que tengan su propia voz, sin temer nunca levantar vuestra voz en favor de los oprimidos, los humillados y maltratados.

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