domingo, 16 de mayo de 2010

EL TERCER SECRETO DE FATIMA

“No fue la Iglesia que impuso Fátima –diría el Cardenal Manuel Cerejeira, de venerada memoria–, sino que fue Fátima, la que se impuso a la Iglesia”

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1.- Lo importante es que el mensaje, la respuesta de Fátima, no tiene que ver sustancialmente con devociones particulares, sino con la respuesta fundamental, es decir, la conversión permanente, la penitencia, la oración, y las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. De este modo, vemos aquí la respuesta verdadera y fundamental que la Iglesia debe dar, que nosotros, cada persona, debemos dar en esta situación.

2.- La novedad que podemos descubrir hoy en este mensaje reside en el hecho de que los ataques al Papa y a la Iglesia no sólo vienen de fuera, sino que los sufrimientos de la Iglesia proceden precisamente de dentro de la Iglesia, del pecado que hay en la Iglesia. También esto se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de modo realmente tremendo: que la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia y que la Iglesia, por tanto, tiene una profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender, de una parte, el perdón, pero también la necesidad de la justicia. El perdón no sustituye la justicia.

3.- En una palabra, debemos volver a aprender estas cosas esenciales: la conversión, la oración, la penitencia y las virtudes teologales. De este modo, respondemos, somos realistas al esperar que el mal ataca siempre, ataca desde el interior y el exterior, pero también que las fuerzas del bien están presentes y que, al final, el Señor es más fuerte que el mal, y la Virgen para nosotros es la garantía visible y materna de la bondad de Dios, que es siempre la última palabra de la historia.

4.- Se equivoca quien piensa que la misión profética de Fátima está acabada. Aquí resurge aquel plan de Dios que interpela a la humanidad desde sus inicios: “¿Dónde está Abel, tu hermano? [...] La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra” (Gn 4,9). El hombre ha sido capaz de desencadenar una corriente de muerte y de terror, que no logra interrumpirla... En la Sagrada Escritura se muestra a menudo que Dios se pone a buscar a los justos para salvar la ciudad de los hombres y lo mismo hace aquí, en Fátima, cuando Nuestra Señora pregunta: “¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quiera mandaros, como acto de reparación por los pecados por los cuales Él es ofendido, y como súplica por la conversión de los pecadores?” (Memórias da Irmā Lúcia, I, 162)

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