Carne trémula y fría,
carne yerta
que se enreda en la madrugada.
Sonaron dos besos desnudos
a las 10 de la mañana.
Dos besos vacíos y yermos.
Final del trayecto furtivo.
La nube de la indiferencia
quebró los sueños de
la niña de cristal.
Lágrimas de nieve
que nadie vela.
Mientras, los rizos rojos
de la carne muerta
devoran a dentelladas
la lozanía de un amor
que se muere.
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