Plegaria Literaria a la Virgen del Camino.
Domingo, 26 de marzo de 2023.
Dulce Reina y Madre, Virgen del Camino, patrona de la Región leonesa. Excmo. Y Reverendísimo Sr, Obispo de León, Reverendísimo Prior de la Basílica de La Virgen del Camino, Excelentísimo Señor Presidente de las Cortes de Castilla y León, Sr. Alcalde de Valverde de La Virgen, Ilustrísimo Señor Coronel de la Academia Básica del Aire. Autoridadesreligiosas, civiles y militares, cofrades, paponas y papones, hermanas y hermanos, señoras y señores.
En primer lugar agradecer al amable coordinador de este acto organizado ex aequo por el Excmo Ayuntamiento de Valverde de la Virgen y nuestra queridísima Comunidad de Padres Dominicos, por haber confiado en mí para escribir esta plegaria literaria a nuestra Madre, Virgen del Camino.
Mañana empieza la Semana de Pasión. Antesala de nuestra Semana Santa, en la que el cotidiano son de nuestros días, cederá al sonido rotundo de los tambores. Le seguirá obediente el tañido custodio de una sumisa esquila. Funestos augurios, que quebrarán la calma de la madrugada. Los murmullos imperantes nos prevendrán de que la hora es cercana. Desde los distintos puntos de nuestra geografía leonesa comitivas, de pequeños pueblines unas veces, sobrias y sencillas, otras majestuosas y más multitudinarias en municipios de más posibles, recorrerán las calles conmemorando la Pasión de Nuestro Señor. Santos días de angustia y zozobra.
Ya se preveén los fieros tumultos de los soldados que le prendieron sedientos de sangre. Esperamos las voces de muerte hambrientas de hombre inocente. Y apartados de la multitud, un grupo de hombres custodiarán, aunque dormidos, la angustia del amigo Divino que el beso de Judas entregará. Mientras, las mujeres mantendrán la esperanza aguardando la Resurrección prometida.
Al paso del solemne cortejo, nos despertaremos, penitentes, preparándonos para el Encuentro esperado. Ya estamos dispuestos, Madre, para interrumpir el ordinario discurrir de esta cuaresma que expira en espera de que tornemos nuestros ritmos al compás de horquetas procesionales.
Hemos querido acudir hoy aquí ante ti para que nos ayudes en el empeño de vivir estos días con la reverencia y primaveral sosiego que demandan.
Vienen días de contrastes que se desplegarán a la medida de creencias y conciencias. Que se vivirán con intensidades varias en función de expectativas sacras y profanas. En que nos recuperaremos de ausencias, en amigable charla que reconforta y vivifica. Por doquier se sucederán reencuentros gozosos con familiares y amigos que regresan. Habrá retornos a los hogares para recuperar raíces y empaparse de tierrina y paisaje. Reminiscencias de aquellas Semanas Santas de la niñez.
Las calles de nuestras ciudades y pueblos se convertirán en retablos vivientes cuajándose de arte y flores mientras los ojos de propios y extraños volverán a fascinarse al contemplar la belleza y mimo con que todo se ha previsto.
Ya están nuestros ojos escudriñando las predicciones meteorológicas, te pedimos Madre que intervengas para evitar esas lluvias que impidan culminar tras intensos días de espera. Se coronan y fructifican tiempos de trepidantes ensayos, esperanzas, ofrendas acumuladas, culmen de la devoción popular.
Ya suben por la cuesta, y precedidos por una gran cruz, el niño monaguillo agitando el incensario que embriaga todos los rincones de Semana Santa y las paponas y papones cubiertos portando velas y hachones. Ya les siguen las manolas expectantes como cigüeñas en la torre portando los rosarios que se balancean al compás de los pasos sonoros. Ya se vislumbran los conjuntos de esculturas casi vivientes que vienen pujadas por braceros y braceras que sufren.
Y surcan , en ascenso sonoro, multitud de racimos de notas que cuajan los aires de melodías de angustia. Se sienten ritmos premonitorios de una muerte anunciada sobre el lomo del Gólgota, al pie de una cruz. Donde Juan te sujetaba en medio de ese sufrimiento terrible, para evitar que te desplomaras, Madre . Mientras, tú Hijo, pendía completamente bañado en sangre, absolutamente desfigurado por el sufrimiento. Es difícil mantener en tu dolor, la mirada durante mucho tiempo. La pena anega. Pero en medio de toda esta triste escena rezumas serenidad y paz. La enseñanza que continuas transmitiéndonos , querida Madre, en la debilidad se encuentra nuestra fortaleza.
Ya retumban los golpes de mazos que taladran manos sin culpa, y se escuchan los gemidos y clamores de los mujeres y hombres que en todo el orbe sufren cosidos por la indiferencia de un mundo que a menudo observa el espectáculo del dolor humano como el que compró una entrada sin más pretensiones que la de pasar un buen rato.
Ya asoman silenciosas las lágrimas de los que se compadecen en medio de una desolación inmensa mientras Cristo agoniza y exhala el último suspiro diciendo con voz entrecortada “Todo está cumplido”
Y en una habitación concurrida de curiosos inquisidores, un hombre piedra niega por tercera vez a su Maestro antes de que la garganta de un gallo quiebre por segunda vez el silencio reinante. A su lado, en animada charla, grupos de amigos departen mientras brindan entre tapas y limonada. Y en la calle juegan niños mordisqueando obleas mientras agarran con fuerza el alado globo de helio que la abuela les compró. Se ase a él con fuerza, para que no se escape y se eleve al cielo, como esta plegaria de culpa asida al pecho que se escapaahora:
Fui de las que te señaló sin fundamento
Uniéndome al sanedrín
Que te acusaba con un fin:
Clavarte al sufrimiento.
Fui de las que aseguró lealtad
Y luego de ti se burlaron
y hasta te vapulearon
Desoyendo la verdad.
Fui de las que te cubrí de flores
Colocándolas en ramos
En derredor de tus manos
Mientras desoía tus dolores
Y al interrogarme la criada luego
Negué saber nada
Mientras miraba alelada
el crepitar del fuego
Pero todo tiene su castigo
No sabía que pudiera llorar tanto
Al escuchar del gallo el canto
apenado ante tan triste testigo.
Mientras te insultaban y escarnecían yo huí.
Cuando te humillaban, bajaba los ojos
deseando encontrar lugar muy lejos.
Si Señor, yo también fui de los que me fui.
Y ahora ante la cruz, Cristo hermano
que nos trajo tu amor extremo
Debo decirte, me temo
que esos clavos que te taladran también salieron de mi mano.
Hoy queremos asirnos con fuerza a tu manto, Madre buena, con la tenacidad del niño que se refugia entre los ropajes de su madre, con la cara escondida, tras haber cometido un montón de desaguisados, pidiendo la protección y asistencia de esa madre que todo lo perdona.
En esta Basílica que se encuentra a la orilla de un Camino, que es tu casa y es la nuestra, la de todos las leonesas y leoneses, madre del Amor que lloras desconsolada portando en tus brazos el cuerpo muerto del Hijo. Ahí queremos estar nosotros, en tus brazos, perdónanos, Madre, Virgen del Camino, Nuestra Señora de los Dolores, no llores, Madre, no llores, pronto nos lo devolverán. Y regresará a la casa del Padre, a donde queremos ir nosotros, contigo, siempre, sanos y salvos, con tu ayuda, ¿cómo si no?.
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