Ayer mismo, lo observé en el cuello de la camarera del bar que diariamente esgrime una hermosa sonrisa mientras deja sobre la mesa el café con leche y el trocín de bizcocho. Se reconocía perfectamente por la agrupación de cuentas, de diez en diez. Pienso si algo tendría que ver con su amabilidad, no deja de ser una buena compañía.
También lo vemos colgados balanceando su halo protector sobre el salpicadero de los coches. Da gustos verlos blancos de nácar, de colores semejando los continentes, rematados con la cruz De Santiago, la de Jerusalén, la de Malta, la de San Francisco.
Y a diario se reza en centenares de iglesias acariciado por labios suplicantes que conocen la inmensa capacidad intercesora que Dios otorgó a la madre de Jesús.
Esa oración de súplica y agradecimiento. Callada y poderosa, bendecida por la propia Virgen María cuando ella misma en el siglo XIII le enseñó a Sto. Domingo a rezarlo pidiéndole que esta devoción fuese instrumento de conversión. Y es que esa predilección por la Virgen es un santo y seña inequívoco de creyente de corazón sincero.
Mes de octubre, mes del Rosario.
Hoy, en especial, que celebramos Nuestra Señora del Rosario.
Charos, Charines, Charitos, Rosarios.
Felicidades a todas en el este día mariano por excelencia.
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