Giotto se levantó aquel día legañoso y apesadumbrado. La noche había sido mala con los dos pequeños enfermos llorando. Y encima se le habían acumulado los encargos. Los magos y San Francisco. Menudo dolor de espalda.Tanto pintar en el techo de la basílica de Asís estaba acabando con ella. Pero quería poner especial empeño en aquel encargo por ser Francisco un santo al que tanto quería. Inventor de belenes, como el que cada año concitaba a sus seis niños para ver las representaciones en vivo en la plaza del pueblo. Era el acontecimiento anual más celebrado en el vecindario.
No recordaba haber trabajado tanto desde sus tiempos de infancia en que su padre le mandaba de madrugada a los pastos para llevar el ganado.
Se dirigió al cuarto de pintura para contemplar los efectos de sus últimas pinceladas en la adoración de los Reyes Magos Si. Aquellos azules estaba quedando muy hermosos. Y los personajes habían ganado en perspectiva. Pero algo le faltaba a su composición. Allí estaban todos los elementos que Mateo relataba en su evangelio más los que siempre escuchó contar a su padre desde pequeño, cuando Andaban entre ovejas en las verdes praderas de Cole di Vespignano. Pero faltaba algo. Aquel hermoso cielo azul añil se veía desierto. Se asomo a la ventana y miró a lo alto implorando inspiración . Fue entonces cuando vio aquella gran bola de fuego seguida de una estela, un cometa inmenso que iluminó el cielo. Sus ojos se llenaron de lágrimas ante aquella señal.
Se hincó de rodillas ante tan fascinante prodigio.
Se hincó de rodillas ante tan fascinante prodigio.
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