Pero conseguimos olvidarnos un poco de su ausencia.
Siempre tenemos presente esa fuerza y vitalidad que desprenden sus temas. Una fuerza creativa que arrasaba por donde pasaba. Arrolladora, volcánica.
Fue víctima de su propio poderío. Era un duende, un mago, un divo. Una auténtica Estrella. Eterno, atemporal, cautivador. Único.
Murió como vivió: entregado a la música que le sustentó, encumbró y seguramente le salvó. Imposible encontrársele en otro sitio más que en el cielo....¿cómo vivir toda la eternidad sin su voz?
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