Pocas veces me he sentido más orgullosa de ser española que durante este reciente período fuera de la madre patria. Los que me conocen saben bien que soy enemiga de nacionalismos exacerbados y orgullos patrios de corte ultra pero lo que he sentido estos días es otra cosa.
Calles atestadas de algarabía hispana que rezumaba fandanguillos por doquier especialmente cuando los emisores de los sones procedían del sur.
Y es que Cracovia tenía acento español. Era el rumor popular y admitido por todos los asistentes a la Jornada Mundial de la Juventud con el Papa.
Ciento de jóvenes de Murcia, Sevilla, Málaga, Córdoba, Granada y de todos los rincones de España llenaban de banderitas sonoras los parques, plazas, campos y boulevares alemanes, polacos, checos al son de "Yo soy español. español, español".
Confieso que a veces me sorprendía avergonzándome de los excesos sonoros de los niños y jóvenes que llevamos a la expedición, pero pronto me dejaba contagiar por esas risas frescas que alteraban la ceremoniosa compostura de nuestros anfitriones.
Cada vez que entrábamos en un establecimiento bromeábamos sobre los minutos que los camareros tardarían en llevarse los dos dedos de rigor a los labios para darnos el toque por turbar la paz polska de los venerables comensales que compartían espacio con nosotros.
Así que cuando esta mañana, ya en León, he entrado en una cafetería recién descubierta a tomarme el café de media mañana con zumo de naranja recién exprimida, bizcochito, galleta y café con leche cortito de café no he podido por menos que paladearlo suavemente diciéndome a mi misma arrebolada por el estruendo alegre de mis compañeros de mesa: ¡A la salud de todos ustedes!¡Olé!
PD. Reconozco que soy poco aficionada a la cerveza y al alcohol en general pero estos días me he dejado impresionar por la birra checa, suave, delicada, aterciopelada...para muchos la mejor del mundo. Se dejaba querer...en eso y poco más hubo alguien que si mejoró lo presente ;-)
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