Aunque ya había leído varias de sus obras que me habían gustado por su sencillez y claridad me fascinó aún más en los días que tuve ocasión de escucharle más de cerca durante los días vividos en la JMJ en Madrid. Vi a un hombre sencillo y humilde que evitaba todo protagonismo para dárselo a Él. Recuerdo con emoción la adoración ante el Santísimo vivida en el aeródromo de Cuatro Vientos. Mientras la lluvia y el viento arreciaban el Papa sonreía sereno conociendo que Él lo tenía todo dispuesto. Fueron momentos intensos de adoración y silencio. Recogimiento y olvido de lo accesorio para ir a lo esencial.
Una brasileña de pelo rizado aseguraba que la lluvia que nos empapaba era necesaria para lavar a la Iglesia de sus impurezas, y lo cierto es que después de los 40 grados de temperatura soportados, de los chapuzones que nos propinaron las mangueras de los bomberos y de la larga travesía a pleno sol, era una lluvia que se agradecía.
Mientras el Papa nos decía:
"Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. no tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra"
Pues bien, en este momento de la historia el Señor ha querido que Joseph Ratzinger arribe la barca al puerto romano para dejarla en manos de un nuevo timonel. Ahora toca el descanso hasta que el Señor le quiera llamar. Se retirará para seguir una estilo de vida contemplativo. Nos dejará un poco huérfanos...pero seguros de que la barca pronto tornará a realizar una pesca abundante. Entretanto seguiremos rezando seguros de que no hay mejor sitio para vivir que en el regazo de Cristo, que es la Iglesia. ¿Dónde iremos Señor, sólo tu tienes palabras de vida eterna?
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