.- Mamá, un sacerdote nunca se va del todo. Para ellos la Iglesia es como su familia. No te preocupes porque no se va a ir.
De esta manera me consolaba Rebeca., mi pequeña de 7 años al regresar de misa hoy.
Ciertamente estaba impactada. Mi párroco acababa de anunciar en la misa dominical que no iba a recoger las intenciones para las misas del próximo año. "Me voy a jubilar""Así que será el que venga detrás de mi el que haga esa labor".
En ese momento sentí una especie de vértigo. Todos los acontecimientos que me unen a la vida de D. Garcilaso pasaron por mi mente. Desde los años de preparación para catequeís de confirmación, la propia recepción del sacramento, los años en la Legión de María, el Grupo de jóvenes Rua Nova, las colonias en Corporales, los trabajos del Sínodo Diocesano, los ejercicios espirituales, retiros, horas en el confesionario, la boda de mi hermano Leo, el día de mi boda, el cuadro de la Virgen que nos regaló y preside nuestro cuarto, años de alejamiento por mi parte al más puro estilo hijo pródigo en el que él seguía ahí trabajando día a día fiel, puntualmente y siempre a disposición de los suyos. Luego regresamos a la Parroquia, el bautizo de Rebeca, las bodas de oro de mis padres, la comunión de Cecilia, las misas dominicales viendo platear sus sienes pero siempre fiel. Un cura recio, fiel, siempre ahí. Trabajador inftigable, emprendedor incansable (su Obra de las Vocaciones, las Peregrinaciones a la Virgen del Camino que luego se extendieron al Arciprestazgo, su viejo sueño de conseguir un retablo para la Parroquia y las interminables obras en favor de los más pobres sin que la mano izquierda se enterara de lo que hacía la derecha)
D. Garcilaso ¿sabe? siempre le he comparado con el protagonista de una canción: aquel hombre un tanto distante de puro discreto. Su compañera se quejaba de su distancia, de su imperturbabilidad. Pero misteriosamente ella todas las primaveras recibía unos versos y un ramito de violetas. Yo se que usted escribe versos a Dios para hablarle de los suyos, que sus oraciones son auténticos ramitos de violetas en los que todos estos años ha rezado por mi y los míos. Me doy cuenta de la suerte que es haberle disfrutado como párroco a sabiendas de que lo más hermoso que Dios nos ha regalado en usted ha sido precisamente lo que no vemos pero si sentimos. Que detrás de su aparente seriedad se esconde un corazón cálido que sabe amar como una madre a los suyos: gracias por velar, por rezar, por ayudarme a estar cerca del Señor. Gracias por enseñarme el camino al cielo. Gracias por ser mi guía. Me ha dado mucho más de lo que sospecha. Ha sido un auténtico padre espiritual para mí.
Y ahora ha llegado sl ansiado descanso ¡se lo merece!
¿Sabe una cosa?. Le queremos de verdad aunque a veces no hayamos sabido demostrárselo como debíamos.
Agradecida
Marta
PD. Por cierto, esto queda entre usted y yo, ya se que nunca le han gustado demasiado las grandes ostentaciones en público. De todos modos no me importaría demasiado que se supiera. Las buenas noticias hay que divulgarlas ¿y no es una buena noticia saber que la Iglesia tiene la suerte de contar con curas como usted?
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