Los padres marroquís son muy duros con sus hijas, profe.
Bajaba la mirada, avergonzada por no saber que más añadir a su mirada velada.
Estudia, prepara tu futuro. Trabaja por tu libertad.
Al día siguiente, alguien me tocó por detrás. Y al girar vi en el rellano de la escalera su larga melena azulada brillando bajo unos rayos del sol que, cómplices, habían hecho nido en su pelo. No se la había visto nunca, negra y sedosa, cubierta hasta entonces bajo una prisión de tela.
Alma me hizo un gesto de complicidad con su mano abierta. Tenía una bandera con su corazón ondeando sobre su cabeza. Y la libertad sonriendo entre sus labios.