Siempre que entro en la Iglesia de San Marcelo no puedo evitar detener la mirada en la expresiva imagen del santo titular, atribuida a Gregorio Hernández, que reina en el retablo y que representa a uno de los más célebres mártires que transitaron por estos tierras. Una representación grandiosa que evoca a esas figuras patriarcales como aquel Chalton Heston en la célebre película de los Díez Mandamientos. Ciertamente Marcelo no era un patriarca sino un valeroso centurión de la Legio VII Gémina que nació en Leon. Se narra que en una fiesta de celebración del emperador, arrojó sus insignias militares y se confesó católico y discípulo de Cristo lo que le valió la condena a morir decapitado.
La historia de Marcelo se sitúa el 28 de julio del año 298, fiesta de cumpleaños del emperador. Los soldados se divierten. Se suceden los sacrificios en honor del señor emperador y Marcelo, «centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores», asegura el gobernador Fortunato.
Este santo tan unido a nuestras raíces, casado con otra célebre leonesa, Santa Nonia.
Y en unos días San Froilán, patrón de la Diócesis, a quien aprovechamos para pedirle su intercesión para acometer con fortuna este nuevo mes de octubre que ya comienza mañana.
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