Una de las preguntas del examen de 2º de la ESO de este trimestre ha sido ¿puede un creyente - de cualquier Religión - tener dudas de fe?. Curiosamente algunos afirmaron que la fe debe ser inquebrantable y que nadie debe dudar, porque entonces su fe no sería tal.
Pero ciertamente las cosas no son tan fáciles. La fe -les expliqué- al no basarse en conocimientos científicos puede y debe dejar espacio para la reflexión y el replanteamiento. Un creyente puede y debe preguntarse, en ese proceso de reflexión cabe la duda y la búsqueda. Es necesario y conveniente.
Yo misma - les expliqué- a veces me planteo cuestiones. Una de ellas viene últimamente a mi mente con demasiada asiduidad provocándome cierta inquietud: ¿Cómo es posible que Dios se ocupe y preocupe de cada uno de nosotros siendo tantos miles de millones sobre la tierra?¿tantos ruegos, inquietudes, lágrimas, súplicas, asuntos...pueden llegar a Él y ser atendidos de la misma manera y con el mismo Amor?.
Pero ayer leyendo el Magnificat descubrí un bello texto de Chiara Lubich, fundadora de la Obra de María (Movimiento de los Focolares), que me aclaró la pregunta dejándola definitivamente resuelta para siempre. Transcribo el texto:
"Mira el sol y sus rayos. El sol es el símbolo de la voluntad divina, que es Dios mismo. Los rayos son esta dicina voluntad sobre cada uno. Camina hacia el sol por la luz de tu rayo, diferente y bien distinto de todos los demás, y cumple el maravillos designio que Dios quiere de ti. Infinito número de rayos, procedentes todos del mismo sol... y voluntad única y particular sobre cada uno. Los rayos, cuanto más se aproximan al sol, tanto más se acercan entre ellos. También nosotros, cuanto más nos acercamos a Dios con el cumplimiento cada vez más perfecto de su divina voluntad, tanto más nos acercamos entre nosotros. Hasta que todos seamos uno.
Que no nos falte el sol. Señor. ¡Lo necesitamos!
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