Señor Jesús, tú nos invitas a seguirte también en esta hora extrema, tu hora. En ti está cada uno de nosotros y nosotros, muchos, somos uno en ti. En tu hora está la hora de la prueba de nuestra vida en sus más descarnados y duros recodos; es la hora de la pasión de tu Iglesia y de la humanidad entera.
Es la hora de las tinieblas: cuando «vacilan los cimientos de la tierra» y el hombre, «parte de tu creación», gime y sufre con ella; cuando las multiformes máscaras de la mentira se burlan de la verdad y los halagos del éxito sofocan la íntima llamada de la honestidad; cuando el vacío de sentido y de valores anula la obra educativa
y el desorden del corazón mancilla la ingenuidad de los pequeños y de los débiles; cuando el hombre pierde el camino que le orienta al Padre y no reconoce ya en ti el rostro hermoso de la propia humanidad.
En esta hora se insinúa la tentación de la fuga, el sentimiento de angustia y desolación, mientras la carcoma de la duda roe la mente y el telón de la oscuridad cae sobre el alma.
Y tú, Señor, que lees en el libro abierto de nuestro frágil corazón, vuelves a preguntarnos esta noche como un día a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
No, Señor, no podemos ni queremos irnos, porque «Tú tienes palabras de vida eterna» , Tú solo eres «la palabra de la verdad» y tu cruz es la única «llave que nos abre a los secretos de la verdad y de la vida» .
«Te seguiremos a donde vayas» .
En esta adhesión está nuestra adoración, mientras, desde el horizonte del todavía no, un rayo de alegría besa el ya de nuestro camino
Decía Epicuro, el filósofo griego, que ante la maldad que hay en el mundo, o bien dios no podía evitarla, por lo que no sería omnipotente; o bien no quería evitarla, por lo que sería perverso.
ResponderEliminarPero la cuestión no es por qué creemos que existe el mal, sino por qué hay quien cree en la existencia de un dios. La propia definición cristiana de “dios omnipotente” no se sustenta si no es sobre la perversión de hacer o de permitir el mal. Al mismo tiempo que pretende presentar la imagen de un dios bondadoso y misericordioso, exige un continuo sacrificio a sus creyentes o los tacha de pecadores incluso antes de nacer.
Esto pone en difícil posición a los creyentes, que deben elegir entre un dios perverso o la falsedad de la principal característica que atribuyen a su concepto de dios, esto es: la omnipotencia.
Ante este planteamiento, la respuesta irreflexiva del creyente es siempre la misma: “no estamos hechos para comprender a dios”. Pero la evidente inacción de dios ante, por ejemplo, el hambre en el mundo (un 40% del total mundial), o ante las guerras, nos lleva de nuevo a la misma conclusión: no estamos hechos para comprender a un dios omnipotente si no es desde la perversidad.
Hay quien, incluso desde dentro de la iglesia, se apresura a culpar a dios directamente de algunos males que acechan a los hombres, y lo hacen bajo la fórmula mágica “castigo divino” que tantos desastres ha explicado a lo largo de la historia desde el prisma cristiano. La propia Biblia relata docenas de casos que incluyen “castigos divinos” de, lógicamente, un dios sádico y muy poco piadoso.
Pero el “castigo divino” no es la única manera en que dios está íntimamente relacionado con el mal absoluto. Una forma más perversa si cabe es la inducción al delito.
Esgrimiendo a su dios como argumento principal, el hombre ha obrado mal durante milenios, ha iniciado cientos de guerras, ha acabado con culturas milenarias, ha permitido la propagación de enfermedades mortales…
No, dios no ha sido bueno. En último término, suponiendo que dios no hubiera tenido nada que ver con ninguna de las malas acciones llevadas a cabo en su nombre, ha tenido la culpa de permitirlas al no impedirlas, o al menos de permitir que quienes así actuaron en su nombre, quedaran sin castigo.
Puede que solo sean impresiones mías, pero creo que una religión que recurre a la imposición de la fe mediante dolor, sacrificio, pecado, culpa, miedo, castigo, venganza…, no puede sino fomentar lo peor que las personas llevamos dentro, empezando por esa inexplicable y perversa actitud de quienes en su nombre pretenden gobernar nuestras vidas.
Gracias por tus reflexiones Víctor. Pese a no compartirlas las he publicado porque valoro el que estén hechas desde el respeto y la lúcida reflexión. La fe no se impone, se propone y no mediante el dolor, pecado, culpa o miedo, sino desde el amor. Sólo quien sabe Amar puede comprender la grandeza de un Dios que se ha abajado de ese modo. Por cierto, la mayor parte de los desastres le deben mucho nuestra mala administración, somos los hombres los que generamos las estructuras de pecado (hambre, destrucción, guerras, etc...)
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