viernes, 12 de febrero de 2016

LLAMARADAS








   Tenías razón María, sus manos son enigmáticas y atrayentes. Vuelan de manera hechicera en diálogo mudo que sólo percibirán aquellos que dejan manejar las cosas, aunque sea de vez en cuando, al corazón. 
    Sin duda alguna las de mi amiga Camelita Misionera son manos que interpelan con la dulzura femenina y firme a la vez de una mujer luchadora. Me la imagino batiéndose el cobre con esas turbulentas mafias que explotan a las incautas víctimas de la trata. Porque Mari Pepa, además de misionera ha trabajado y sigue en la brecha de la lucha contra la prostitución en el mundo. Ha estado en Rumanía, Londres, Italia y ahora ha recalado en León donde me cuenta que sobre todo en el Bierzo existe una gran actividad clandestina tristemente protagonizada por varones insatisfechos que  culminan sus desahogos animales de machotes frustrados buscando carne humana de mujeres muchas veces engañadas a cambio de unos euros. Son muchas las historias que ha vivido y compartido conmigo. Algún día os contaré algunas de ellas en este pequeño espacio de encuentro.
   Pero quiero que hable África y sus gentes de color ébano. Porque para eso ha venido hoy al Instituto donde yo trabajo como Profesora de Religión.
   Malawi es un hermoso lago de aguas azules cuya belleza es sólo comparable a la del cielo que se refleja en sus aguas. Habitan en él especies autóctonas protagonistas de un ecosistema único en el mundo.Al atardecer un luminoso sol africano despliega como un pavo real vanidoso sus rayos convirtiendo al lago en un inmenso marco que encierra un paisaje onírico. Todo el llago aparece  envuelto en llamas. Esa magia diaria, milagro al atardecer, hizo que los que contemplaran la estampan bautizaran este embalse natural como lago Malawi. Palabra chichewa -dialecto del bantú- que significa llamaradas. Luego sería un dictador cuyo nombre no recuerdo - y tampoco me interesa - quien extendió el nombre al resto del país.
   Hoy os ha contado Mari Pepa mil y una cosas sobre su misión en el dispensario médico de Kapiri pesando niños desnutridos cuyas madres cambiaban la leche de continuación a cambio de dinero en la tetería más cercana (el hambre obliga a cosas terribles), enseñando a coser la ropita de los recién nacidos, ayudando a nacer ante la ausencia del cónyuge varón por una superstición que asegura que la presencia del padre en el parto supone la muerte inmediata del neonato, impartiendo instrucción en una escuela al aire libre, sobreviviendo 130 veces a la malaria, acompañando a las mujeres mientras hacían el aceite de maíz, o mientras llevaban sobre su cabeza más de 60 litros de agua desplazando el preciado líquido kilómetros y kilómetros, acompañando a los adultos el día de su bautizo tras cuatro años de catecumenado, o comiendo las mariposas de las termitas que aseguran son deliciosas (consideradas auténticas golosinas)
   Mil vidas que tuviera mil vidas que volvería a vivirlas en África.¡Cuantas veces la he escuchado decir esa frase a lo largo de esta mañana mientras hablaba a los alumnos de ESO.
Esos ojos oscuros y profundos eran perfectos compañeros de las manos firmes y reafirmaban sus vivencias permitiéndonos revivirlas con ella.. 
   ¿Y la fuerza donde la encuentro en medio de todas las turbulencias vividas?. En Cristo, Jesús es la fuente de nuestra fuerza por supuesto. La oración que vuelve a reanimar el fuego que atiza el quehacer diario. Reaviva nuestro amor infundiendo el vigor necesario para hacerse, como el lago Malawi cada atardecer un mar de LLAMARADAS.  

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