sábado, 25 de diciembre de 2010

CUENTO DE NAVIDAD







Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y de las festividades religiosas, como la Navidad.

Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.

Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.

-¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la Tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!
Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.

Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.

Al cabo de un rato, oyó un gran golpe; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó a amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana. En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.

Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.
-Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.
Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y que se alejaran más.
Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.

-¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevada?
Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.

-Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta.
Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:
-Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!

Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:
-¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!

De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios hizo que Su Hijo se volviera como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Natividad.
Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevada, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria: "¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!

jueves, 23 de diciembre de 2010



Que Dios nazca en nuestras familias y las inunde de la Paz y Amor que sólo de Él pueden venir.

martes, 7 de diciembre de 2010

Ante la fiesta de la Inmaculada, la Virgen del bolso, la clase de Religión y la vida pública


Artículo publicado en Ecclesia. Lo reproduzco porque me toca muy de cerca. Creo que describe muy bien lo que debe ser un profesor de Religión.


No, no es lo que quizás se imaginan; no se trata de la imagen de una Virgen que lleva un bolso galileo. Podría ser, por qué no, y hasta es posible que en algún lugar haya alguna representación de María de Nazaret como una sencilla mujer que lleva sus cosas personales. Pero el título de esta carta no se refiere a eso. La Virgen del bolso, de la que les quiero hablar, es la que camina con frecuencia, en el bolso de una maestra extremeña, montadita en su coche, desde su vivienda hasta el colegio estatal en el que enseña religión.

La lleva para presidir su clase, especialmente en los momentos en los que es necesaria la presencia de la imagen cuando en el ciclo del año litúrgico se celebra alguna fiesta o algún recuerdo especial de María, como sucede, por ejemplo, en el mes de mayo o de octubre. Tiene que viajar porque, o por intención formal del centro o por una práctica ya aceptada y nunca replanteada, la Virgen María ya va teniendo un lugar en algunos colegios. Y es por eso que la bendita imagen de la Virgen se ve sometida -pienso que con mucho gusto- a tanto ajetreo.

LA CLASE DE RELIGIÓN


Pues bien, si empiezo contando lo que hace esta maestra, es, sobre todo, para plantear algunas valoraciones sobre la enseñanza de la religión. En efecto, si quiero destacar el hecho, es para aplaudir a la profesora o a cualquier otra u otro profesor que haga lo mismo. Lo valoro no sólo por su audacia y creatividad sino, sobre todo, por mantener la práctica religiosa en la escuela como un necesario elemento didáctico más. La enseñanza de la religión, si bien ofrece a los niños y niñas un saber entre saberes, la hace un profesor católico para sus alumnos católicos; es decir, es confesional. El saber que se enseña no es sólo doctrina, también necesita situarse en las expresiones religiosas, como son los ritos y las demás manifestaciones de la religión católica o de cualquier otra religión. La educación religiosa no puede ser ajena o estar aislada de la experiencia ambiental que, como de todos es sabido, está toda ella impregnada de sentido cristiano, por mucho que se quiera negar. Enseñar religión no es sólo, pues, ofrecer unos conocimiento teórico, también la practica es necesaria, porque la religión es caridad, es oración, es culto, es servicio, es apostolado. Por eso que nadie critique a esta profesora por lo que hace, ya que la práctica es para los niños católicos parte de su experiencia religiosa.


PROFESORES CRISTIANOS


También aprovecho la audacia de esta profesora para poner de relieve la extraordinaria labor de los profesores cristianos, y no sólo de los que enseñan religión, también de los que enseñan cualquier otra materia en la escuela. Son muchos, afortunadamente, los que ofrecen en cada una de las materias su visión cristiana de la vida de un modo implícito o explícito. La hacen porque educan desde lo que sienten y viven y porque, en su legítima libertad de conciencia y en el respeto también de la de sus alumnos, enseñan valores, normas y actitudes, naturalmente con el marchamo de su propia experiencia cristiana. Son muchos, en efecto, los profesores cristianos que colaboran para que los alumnos adquieren una cultura en la que no falte la dimensión religiosa y transcendente de la vida. Afortunadamente, insisto, el magisterio está lleno de maestros con un profundo sentido cristiano.


EN EL CORAZÓN Y EN EL BOLSO


Pero volviendo a la Virgen del bolso, permítanme que les invite a todos cuantos me lean a hacer presente a la Virgen en todos los espacios personales, familiares o sociales. Los hombres y mujeres creyentes de este tiempo no debemos actuar de modo distinto a como lo han hecho los de otras generaciones, que llenaron de signos y expresiones religiosas todos los ámbitos de la sociedad. Eso no puede ofender a ningún “ojo” que mire con respeto y tolerancia. La Virgen será siempre, allí donde la encontremos y podamos contemplarla, una presencia ejemplar y amable que nos humaniza la vida: nos acompaña en nuestras alegrías y nos fortalece en nuestras penas. Por les animo a llevarla siempre en el corazón, consciente de que ella será una amable compañera.


Por eso les animo -para que sea un recuerdo de su presencia- a llevarla en sus bolsos y bolsillos, sobre el pecho y en los pulsos, en la sala de estar o en el dormitorio, en la cama del enfermo o en el cristal de la mesa camilla. Y póngale a esta sugerencia cuantos eceteras deseen. La presencia de la Santísima Virgen siempre será una garantía del encuentro con su Hijo, al que ella nos lleva, y de la cercanía del amor de Dios Padre, en el que ella nació, vivió y del que ahora goza y nos lo ofrece como modelo que es de nuestra fe e intercesora nuestra en el cielo.


+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Plasencia

lunes, 6 de diciembre de 2010

PASTILLAS CONTRA EL DOLOR AJENO

Pastillas contra el dolor ajeno

De médicos sin fronteras :

Acaban de anunciar que venderán en todas las farmacias de España unas pastillas muy especiales. Tan especiales, que en vez de curar a quien las toma, cura a millones de personas ajenas, olvidadas, que no pueden tomar las medicinas que necesitan.


Se llaman "Pastillas contra el dolor ajeno".


Os sonará a chino, pero es muy fácil: Médicos Sin Fronteras va a vender estas pastillas, a un precio de 1€, para que, con la recaudación, se pueda tratar a millones de personas que sufren enfermedades olvidadas, como la enfermedad del sueño, el chagas, el sida infantil, el kala azar, la tuberculosis , o la malaria.


Son enfermedades que a nosotros no nos afectan, pero que en el tercer mundo causan estragos, porque las empresas farmacéuticas venden la medicación a "precio occidental", lo que imposibilita recibir tratamiento a las personas pobres.


Así que, por 1€, os venderán seis pastillas (en realidad son caramelos de mentol) con las que ayudaréis a tratar a quienes no pueden pagarse las medicinas.


Es un precio muy bajo a pagar, y nos lo ponen muy fácil: no nos piden que vayamos a África en una caravana solidaria, ni una mensualidad. Solo 1€. Menos que algunas chucherías. Menos que el autobús. Y podemos comprarlas en cualquier farmacia.


Es solo 1€. Que ruede la rueda..



PRIMER AMOR

  Es una ternura verles escribirse versos de amor. Amor de niños que despiertan a la primavera. El niño  que juega a hombre calándose una vi...