viernes, 22 de febrero de 2019

VEO, PIENSO, ME PREGUNTO


Oteando en una Red Social me topé con una imagen que me desgarró.

La mirada lánguida y penetrante de Fátima Qoba, una niña de 12 años que yace tendida en la cama de un hospital al borde de una muerte por inanición. La pequeña tan sólo pesa 10 kilos. Y sobrecoge en su delgadez extrema. El médico que atendió a la pequeña en el hospital de Yemen explicaba que todas las reservas de su cuerpo se han consumido de modo que  tan sólo le quedan los huesos. La pequeña luce un vestidito naranja con grandes motivos florales y cubre su cabeza con un velo negro con dibujos y cenefas blancas. Pero lo que realmente llaman la atención son sus profundos ojos oscuros que parecen escrutar y rogar. Hemos estado trabajando la imagen esta semana. La técnica que he usado se llama rutina de pensamiento. Y consiste en seguir el proceso que nuestro cerebro sigue desde que ve una imagen hasta que se interroga por ella. Le llamamos el Veo, pienso, me pregunto. Los alumnos han visto los ojos de Fátima de muchas maneras distintas. Algunos aseguraron que son ojos de anciana, otros vieron en ellos los ojos de un animal, una  niña aseguró que veía asomarse a ellos la esperanza. De cualquier manera les he visto sobrecogerse. La niña es una más de los cinco millones de menores que se encuentran en riesgo de muerte por la hambruna de Yemen, país en guerra  que está sufriendo la peor crisis humanitaria del mundo. Fátima fue expulsada de su casa junto a sus 10 hermanos y su padre. 
Una niña de tercero de eso aseguraba que tiene demasiadas cosas en su armario, el  compañero de su lado reconocía la suerte de poder acudir a un centro educativo y vivir en un país en paz. Y otra alumna decía que quería hacerse vegana para no malgastar recursos que podían distribuirse de manera más justa. Fátima no dejó a nadie indiferente.
Y las preguntas siempre giraban en torno a un por qué.
Otra vez el hambre que nos sale al paso y se cobra la vida de los más indefensos. Esta vez en una niña con nombre de advocación mariana a la que afortunadamente los médicos podrán salvar con un mes de tratamiento y adecuada atención sanitaria.

VEO un drama que nos sobrepasa.

 PIENSO  en que en la era de los avances y la tecnología aún seguimos permitiendo que mueran inocentes en las guerras.

Y ME PREGUNTO …¿hasta cuándo Señor?

lunes, 18 de febrero de 2019

CANCIÓN CAUTIVA


Violeta Stein

El cenutrio y la violeta simplona se afanaban por intentar descubrir de dónde demonios podría salir aquella voz.

Te vas Alfonsina en tu soledad.

Registraron cada celda-ataúd una por una. Hurgaron  hasta el más mínimo recodo. Escudriñaron cada  milímetro de cada rincón. Pero nada pudieron encontrar.
Cada tarde la machacona melodía resonaba en sus cerebros taladrando la frágil conciencia del estúpido Giacomo y el velo frágil del alma de la bobalicona violeta inerte.

Qué poemas nuevos fuiste a buscar

Pero nada pudieron encontrar.

Los aviones, llevándoselos a todos, habían partido un anochecer hacia el mar por la ruta de los cadáveres sin dueño. Por allí estaría flotando la canción cautiva.

A ninguno pudieron encontrar.

Giacomo sigue  persiguiendo el eco ensordecedor de un murmullo de locos mientras la violeta inerte continúa buscando historias para mitigar su pena.

domingo, 17 de febrero de 2019

GRATIS

    

   El folleto estaba sobre una mesa. Se buscaba un estudiante para asistir a otro compañero discapacitado  para desplazarse por el Campus. Se requería una especie de asistente personal que ayudara a un estudiante en  silla de ruedas. A cambio aquella Universidad le concedería cuatro créditos. Una contraprestación nada desdeñable ya que sería como cursar una asignatura de Matemáticas. Grado académico al que pertenecían tanto ese estudiante voluntario como el beneficiario de su ayuda. Entonces pensé en que en esa oferta sobraba la palabra voluntario y faltaba el término gratuidad.

    En un mundo en que parece que todo se compra y se vende la Universidad, centro del saber y garante del conocimiento debería cuidar ese tipo de valores tan necesarios en la sociedad actual. Es de valorar que sea un mérito académico haber realizado un voluntariado de cualquier tipo pero parece un contrasentido en sí mismo el tener que plasmarlo en un currículum para que engrose el elenco de títulos y virtudes necesarias para poder medrar en un trabajo o lograr el acceso a una institución académica de prestigio.

    Entonces pensé en el vídeo que la Obra Hospitalaria Nuestra Sra. De Lourdes de León ha editado con ocasión de la Peregrinación Diocesana que tuvo lugar en el año de la Misericordia. Esa cantidad de voluntarios que año tras año son las manos y piernas de los enfermos de nuestra Diócesis. Recordé la riada multicolor saliendo de la Estación de Autobuses legionense, la unción con la  que colocan a los enfermos en las rampas de acceso de los autobuses, la dedicación y mimo con que les trataban durante las comidas, sus rostros sonrientes y la vitalidad de esa hermosa joven de ojos verdes que desde su silla de ruedas nos transmite la alegría de vivir .

    El metraje  lo han visualizado mis alumnos en clase. Observé sus rostros de sorpresa. Necesitan testimonios de este tipo. De ese modo será más fácil explicarles ese pasaje del Evangelio que es el lema de la Jornada del Enfermo de este año: “Gratis habéis recibido: dad gratis”(Mt. 10,8)

sábado, 16 de febrero de 2019

LA HORA DE CLARICE LISPECTOR



De verdad que lucho porque lo que me recomiendan me guste.
Pregunto a personas que leen a menudo, oteo en publicaciones especializadas, me dejo llevar por lo que los eruditos literatos pregonan a los cuatro vientos, procuro quedarme con los nombres de los escritores que figuran en las listas de éxito.
Pero muchas veces encuentro sólo literatura de bus, como dice una profe de Lengua y Literatura de laa UNED llamada Carmen Suárez Miramón,  una sabia. Llama de esta manera  - novelas  bus - a esos libros que uno ojea, abre, pasea por entre sus páginas y se baja en la primera parada. No captan, no emocionan, no entretienen. Aburrimiento lánguido y mortal. Dinero tirado.
Pero entonces apareció ella, con ese aire sofisticado de mujer fatal. De ascendencia judía, y un pasado de cine. Nace en Ucrania,  vive en Pernambuco y también  en Brasil donde se convierte en una de las mejores escritoras del siglo XX. Columnista del New York Times.
Una vez se quemó en su cama con un cigarrillo que no apagó a tiempo y quedó sumida en una profunda depresión viendo su cuerpo cubierto de quemaduras. Tenía una belleza arrebatadora, como de estrella de cine envuelta en cierta bruma de triste misterio.
Me quedé prendada de su nombre durante un curso que impartieron en Universidad de León. Un curso de estío con nombre cuento. Clarice Lispector. Me sonó a intriga y misterio. A enigma y pasión contenida. Y el nombre permaneció enredado entre las sinapsis de mi cerebro. Bailando una danza inolvidable entre posibles preferencias literarias. 
Acababa de comprarme  una novela histórica y preferí diferir su lectura antes de quedarme de por vida albergada en las ramas genealógicas de alguna estirpe real. Demasiados datos e intrigas palaciegas. 
Quiero sentimientos, no erudición.
Y Clarice me rescató con su mundo de sensaciones y sonoridades intuidas. 
Y me transportó con su música de letras. ,, 
Cada página contiene brumas  de artesanía sintáctica, nubes de soles que juegan a ser sombras,  paisajes inverosímiles que te atrapan en su perplejidad. Clarice habla de la muerte como su personaje predilecto en una novela profundamente vital.
Escenas de muerte que revientan de vida. 
La hora de la Estrella, una novela que la escritora  elabora desde su lecho de muerte cuando est
aa desahuciada por un cáncer de ovario.
Fue la  última de sus creaciones.
Sus últimas letras que han sido un reverdecer para mi sed literaria.
“”Dios mío, ahora mismo he recordado que la gente muere. Pero...¡¿yo también?!.
No olvidar que , pese a todo, estamos en el tiempo de las fresas.
Si”. Así termina la novela.
Casi del mismo modo que comienza. Y lo hace del siguiente modo “Todo en el mundo comenzó  con un si.”
Curiosa manera de empezar un libro desde la cama de un hospital.






viernes, 15 de febrero de 2019

LOCURA DE AMOR



Fue ayer,  buscándole  el sentido de la fiesta de San Valentín.

A ver juventud. Si hay algún sitio donde proceda hablar de amor es en las clases de Reli ¿ no os parece?
Claro, la Religión nos habla de amor profe.

.- Tu  si  que sabes Hugo.

.- Bueno, os repartiré un post-it a cada uno para que me escribáis  una locura de amor que os hayan contado  o que seríais capaces de hacer. No valen dramatismos como “me cortaría las venas por alguien”. Eso no es locura de amor. Eso es no estar en vuestro sano juicio.

Bolígrafos en la boca…miradas al techo…alguno se coloca el post-It en la frente... Lo mismo así le viene la inspiración.

.- Profe a mi no se me ocurre nada.
.- Bueno, a lo mejor alguno  no se ha enamorado nunca. Sois muy jóvenes aún.

Mientras sus cabezas elucubran tiza en mano dibujo un gran corazón y en el centro trazo  un símbolo conocido por todos. Deben  colocar  su post-It una vez escrito preservando el símbolo.

.- Podéis compartir lo que habéis escrito en alto. 

.- Profe yo sería capaz de ir a ver un partido del Barça.

.- Pues yo una vez esperé “a una”  45 minutos y encima ni apareció.

.- Yo madrugué para ir en bicicleta a verla al pueblo de al lado. Hasta la noche no regresé a casa.

.- Pues mi padre viajó a un país lejano para estar con mi madre. Al final se casaron y 20 años ya.

Desde el fondo de la clase una mirada triste levanta la mano.

.- Si dime…

Estaba a punto de oír una versión distinta.


.- La mía, profe, (con perdón del lector, lo de profe lo añado yo. Me encanta que me lo digan) fue perderme a mi misma, dejar de quererme, olvidarme de mi dejando que me controlara, alejarme de mis amigos y familia, quedarme a su lado pese a todo el daño que me hacía.

Laura, has dado en el clavo. El amor no debe ser esclavitud. A menudo olvidamos una parte importante del mandato. Amar a los demás si. Pero como a nosotros mismos. Querernos primero. Esa es la raíz de cualquier amor sano y fecundo.

Acaba la  clase con el corazón cuajado de sus cuitas  e historias amorosas. En el centro bien visible el símbolo: un crucifijo. 

Expresión de la mayor locura que nadie fue capaz de cometer por amor. 

La locura de Cristo.


miércoles, 13 de febrero de 2019

GREEN BOOK


No se si soy negro, ni si soy  blanco,  ni tan siquiera se si soy hombre.

Así de contundente se muestra Don Shirley, un pianista negro encarnado por Mahershala Alí en la película Green book. El libro verde era la guía que contenía los establecimientos hosteleros donde podían entrar y pernoctar los afroamericanos en los 60 en la sociedad del sur de los Estados Unidos. El pianista, reputado concertista, ha sido contratado para realizar una gira de conciertos. Para que le acompañe en su viaje por las hostiles tierras sureñas, Don, a su vez, contratará a un peculiar chófer italiano, Tony Lip, magistralmente encarnado por Viggo Mortensen a quien descubrimos en una vis cómica hasta ahora nunca vista en este conocido actor. El bueno de Tony no siente especial simpatía por la gente de color. Pero su mirada irá cambiando a medida que va conociendo más  a su desconcertante jefe. 
Reflexión acerca de la hipocresía de una sociedad donde se alababa a un intérprete virtuoso mientras se le negaba el acceso a los espacios exclusivamente destinados a esos blancos que antes la habían aclamado. 
El artista acude a un club privado para dar uno de sus conciertos.
Se le reserva un aparcamiento honorífico, se le rinde pleitesía, se aclama su actuación. Pero cuando acaba el concierto, cuando solicita  indicaciones para acudir al baño, le remiten a un cochambroso cobertucho de madera que se halla a unos cuantos metros a distancia. Ni tan siquiera se le permite cenar en el restaurante compartiendo espacio con los comensales que antes le habían aplaudido a palma batiente
Me pregunto si eso ya está superado. Y observo la realidad de las aulas donde me muevo cada día. Puedo afirmar categóricamente que no, que aún sigo escuchando expresiones desconcertantes. Que aún hay diferencias entre razas, religiones, colores, ideologías. Sobre todo en los centros de cierta élite donde se supone que están las clases más altas. Esas que apenas pisan el barro de los humildes. Que aún escucho comentarios sorprendentes en mamás y papás horriblemente preocupados por la presencia de elementos disidentes en las aulas. Esos sujetos que contaminan a nuestros retoños y bajan el nivel académico. Que les traumatizan presentándoles realidades que hieren sus sensibilidades. 
Ignorancia atrevida. No saben que aislar a sus hijos irá en detrimento de ellos en el futuro. Están alimentando individuos insensibles que alguna vez  tampoco mostrarán piedad para con ellos. Si hay algo que la educación pueda hacer por los individuos es estimular en ellos la compasión por los padecimientos ajenos y eso no será realizable si jamás  ven padecer a nadie.
La diversidad es el mejor instrumento para lograr la verdadera paz. Para favorecer la empatía.
Aún siguen existiendo green schools, vip places donde muchos no son aceptados, escuelas gueto donde han puesto el letrero de no pasarán para los hijos de esos padres tan celosos guardianes de las almas delicadas de sus hijos. Todo menos traumatizarles.

Prefieren mantener alejados a los que desentonan . Una pena.
No dejéis de ver la película. Hace pensar.

sábado, 9 de febrero de 2019

BUSCANDO EL SENTIDO



   Esta mañana intentaba explicárselo en clase. El sufrimiento nos abre una ventana en el alma aunque a menudo nuestros  cristales empañados nos impiden penetrar en tan insólito misterio. Y es que nos resulta difícil entender los efectos devastadores de las catástrofes naturales y las angustias personales ante la prematura pérdida de una hija o un familiar allegado. Nos rebelamos cuando escuchamos noticias sobre abusos a menores, violencia de cualquier género, las muertes por hambre, nuevos focos de guerra que continúan propagándose sin que ningún otro acabe de cerrarse, la tragedia de los refugiados, el goteo constante de muertes de hermanos cristianos. Y la enfermedad. Esa indeseable compañera de nuestra humanidad doliente con la que todos caminamos en algún momento de nuestras vidas. Y es en estos momentos de angustia cuando se hace necesaria la presencia del otro. Del brazo que conforta, la mirada que restablece, el oído que alivia, la sonrisa que desdramatiza , el aliento que mima, e incluso la mano que poda y cauteriza. Ese familiar, amigo o voluntario que redime con su presencia y que nos reedifica con su acompañamiento.

   La palabra voluntario tiene raíces latinas en el verbo volo, que significa querer y está íntimamente unida a la voluntad. Es algo que debe trabajarse porque  requiere un esfuerzo, un acto de renuncia a uno mismo y de superación de obstáculos y prejuicios. Y voluntario es el ayuno al que nos convoca hoy manos unidas recordándonos que cada día pasan hambre 821 millones de personas. Poco cuesta realizar un gesto para recordar esta gran tragedia que vive nuestro mundo a diario. Un problema no  resuelto al que hay que seguir plantándole cara cada día revisando nuestros hábitos de consumo y rascándonos el bolsillo para colaborar con esta organización de nuestra Iglesia Católica española que este año celebra su campaña número 60 cediéndole el protagonista a la mujer y recordándonos que fueron precisamente un puñado de mujeres de Acción Católica las que pusieron en marcha esta gran obra que promueve proyectos en los cinco contienentes. Un grupo de voluntarias llenas de entusiamo y garra a las que no les faltó Fe ni voluntad. Ellas y toda esa nutrida cantidad de voluntarios nos recuerdan que a lo mejor el sufrimiento , el dolor y la fragilidad sí pueden llegar a tener un sentido.

viernes, 1 de febrero de 2019

UN ACTO DE AMOR


    Hay jóvenes desolados y desoladores. Que acompañan a sus madres al juzgado para protegerlas de un padre violento sobre el que pesa una orden de alejamiento. Un padre al que no han visto en cuatro años. Hay jóvenes que aúllan en los pasillos de los institutos. Y que se rapan y tiñen el pelo de colores infinitos para que alguien se fije en ellos y les escuche y redima en su angustia y desazón. 

       Hay jóvenes que aseguran que sus padres les ayudan a hacer las mezclas para el botellón de fin de semana porque esos padres beben aún con más asiduidad que sus propios hijos. Los hay que coleccionan centros de menores huyendo de hogares que nada tienen de confortables nido porque les espinan y laceran entre golpes y desamor. Hay jóvenes que ya conocen los juzgados mejor que sus casas porque salen y entran por las puertas de las salas de vistas por conflictos con enemigos, padres, vecinos y transeúntes varios. Algunos han vivido siempre entre peleas y alzan los puños temblorosos ante cualquier señal que amenace su inestable inseguridad. Hay alumnos que vocean y se carcajean histriónicamente a risotada limpia para acallar las angustiosos gritos de guerra que resuenan en sus cabezas. Hablas con ellos e intentas razonar con argumentos contundentes pero se olvidan de lo prometido porque tampoco les entrenaron en el cumplimiento de la palabra dada.

     Hay jóvenes que gimen y vocean, que desafían e insultan, que consumen sustancias que les narcotizan para huir de una realidad que les duele. Algunos esconden cardenales y acuden a los centros sin desayunar porque al levantase las paredes de sus casa están vacías del calor. Sus padres trabajan de sol a sol a la búsqueda de sueldos mileuristas. Por esos a veces solo valoran el dinero y piensan que el instituto es solo eso, un lugar donde les preparan para trabajar y ganarse algún día un buen sueldo. Hay jóvenes que no tienen educación porque nadie les enseñó que fuera importante para relacionarse. Y solo oyen hablar de paz en las celebraciones que el instituto realiza cada año a finales de enero. Ellos celebran la paz entre guerras. Miran con perplejidad las palomas y tardan en descrifrar las frases de Gandi. Se resisten a las manos entrelazadas y no escuchan los manifiestos esperanzadores. Son historias tristes que pueblan el aula y se resisten a abrir los libros, que se refugian en el desafío constante de la misma manera que sus bolígrafos permanecen atrincherados en los estuches. Son jóvenes que reprimen su pena y la hibernan en sus tempranos cuerpos. Juegan pronto al amor buscando un placer inmediato que sustituye carencias. 

    Hay clases que parecen preparadas para confidencias y desahogos. Que son cauces y muros para verter dolor y exorcizar los demonios de la angustia que les impiden ser felices. 


Clases extrañas y tristes . 

     Ser adolescente es difícil y más con carga extra de sufrimiento. 

   Hay experiencias que amenazan con quebrarnos la esperanza. Pero no se puede tirar la toalla. No queda otra que intensificar los esfuerzos, flexibilizar metodologías y rebajar estándares de aprendizaje intensificando la calidez y redoblando los contenidos en cariño. Apelar a la paciencia y no dejar de mirar al cielo. 

   Recordando, como decía recientemente el Papa Francisco y yo me repito cada día que 

educar es sin duda un acto de amor.

 Y de los grandes.

UNA PROPUESTA DE PABLO D’ORS