domingo, 29 de mayo de 2011

MÁS BONITA QUE NINGUNA






















Tenía que ser ella, María, la que les acercara a Jesús. Hemos empapelado las clases con las imágenes de nuestra madre. Se trata de una actividad que hemos realizado en la clase de Religión, la hemos llamado "Más bonita que ninguna". Los alumnos y alumnas han recabado información sobre la patrona de su pueblo o ciudad o de los lugares de procedencia de sus padres o abuelos. Se han asesorada preguntando a sus familiares, catequistas o a los sacerdotes de sus parroquias. Al final saben que habrá un premio para el trabajo más elaborado. Gracias a su trabajo hemos descubierto que la Concepción de Nava del Rey es bajada en carroza desde su ermita, iluminada por el fuego de las antorchas o que la Virgen de la Estrella de Pozal de Gallinas se apareció a un pastor en medio de sus quehaceres. Conocimos que el célebre compositor Cesareo Gabarain compuso el himno de la Morenita, patrona de Ataquines, impresionado por la devoción con que los vecinos celebraban la festividad de su patrona. Algunos han traido fotos entrañables donde un montón de bebes han sido colocados por sus madres bajo el manto protector de María. Las madres sabemos lo que es bueno para nuestros hijos ¿verdad?. Ciertamente se han implicado en la actividad que ha dado pie para que loc chicos nos hablen de sus pueblos con orgullo y cierta vanidad. Y a través de todo ello he podido ver que la Virgen "tiene gancho". Varios de mis alumnos llevan la imagen de su patrona en la cartera, acuden cada año a los actos y romerías que se organizan y presentan cierta curiosidad por el Rosario. y mientras les escucho exponer sus trabajo pienso en la "picardía" de Nuestra Madre que sabe bien cuidar de sus hijos y asegurarse de estar presente donde sabe la necesitan y recuerdo la letra de esa canción "Aunque el hijo se alejara del hogar una madre siempre espera su regreso, que el regalo más hermoso que a sus hijos da el Señor es su madre y el milagro de su amor"

sábado, 14 de mayo de 2011

En algún lugar debe existir...



Hay un lugar para nosotroS
algún lugar, un sitio para nosotros
Paz, quietud y cielos abiertos
nos esperan
en algún lugar
Hay un tiempo para nosotros
algún dia, un tiempo para nosotros
Tiempo para estar juntos y tiempo de sobra
Tiempo para observar; tiempo para cuidarnos [el uno al otro]
algún dia, en alguna parte
encontraremos forma de vivir
encontraremos forma de perdonar
En algún lugar
hay un sitio para nosotros
En algún lugar, un sitio para nosotros
tiempo juntos con tiempo de sobra
Tiempo para vernos, tiempo para cuidarnos
Algún dia, en algún lugar
encontraremos un modo de vivir
Encontraremos un modo de perdonar
En alguna parte
Toma mi mano y yo te llevaré allí

jueves, 12 de mayo de 2011

EN DEFENSA DE LA ASIGNATURA DE RELIGIÓN. POR MONSEÑOR IGNACIO MUNILLA, OBISPO DE SAN SEBASTIÁN




Conferencia de monseñor Munilla sobre la Asignatura de Religión en la escuela y otros “telares”…



La conferencia del obispo de San Sebastián, D. José Ignacio Munilla, ha tenido lugar este jueves 12 de mayo en el Hotel Ercilla de Bilbao, y D. Mario Iceta, Obispo de Bilbao ha sido el encargado de hacer la presentación

D. José Ignacio Munilla ha defendido la asignatura de religión en la enseñanza pública, como parte importante y clave de una educación integral de la persona. Asímismo ha criticado la "laicidad agresiva" que desde algunos sectores se trata de imponer en la sociedad y en las instituciones públicas. Este es el texto íntegro de la conferencia de Monseñor Munilla:

Mi intervención quiere versar sobre la asignatura de Religión en la escuela y sobre otros “telares” anexos… Mi intención es aprovechar al máximo esta ocasión que se me brinda, para hacer un alegato en defensa de la asignatura de Religión en el sistema educativo. Quisiera realizarlo de forma directa e incisiva, con el propósito de hacerme entender con claridad, y sin el más mínimo deseo de herir a nadie.

Las palabras que pronuncio no están pensadas ni expresadas en clave política, y no apuntan a ningún partido político concreto, sino que las dirijo a la conciencia de todos cuantos conformamos la sociedad vasca. Aunque, obviamente, soy consciente de que resultarán políticamente incorrectas, al chocar con una mentalidad laicista (con frecuencia, anticlerical) muy desarrollada en nuestro espacio socio cultural.

Aún a riesgo de ser acusado de alarmista, creo que debo empezar por poner el dedo en la llaga desde el principio: ¡No es justo lo que está ocurriendo con la asignatura de Religión! ¡La asignatura de Religión está padeciendo una agresiva estrategia de acoso y derribo! ¡La libertad de enseñanza y la misma libertad de conciencia están en peligro!

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Antes de abordar el tema de la asignatura de Religión de forma específica, me vais a permitir que describa brevemente esa mentalidad laicista a la que me he referido. Es preciso distinguir entre la laicidad positiva, y el “laicismo” que añade un componente excluyente y negativo con respecto a la sana laicidad. El problema radica en que se confunde laicidad con laicismo:

+ La laicidad del Estado y de las instituciones públicas, supone neutralidad ante las diversas creencias religiosas, y al mismo tiempo, colaboración con todas ellas en la medida en que contribuyan al bien común de la sociedad. El Estado debe reconocer el derecho a la libertad religiosa de los ciudadanos como un bien positivo para el individuo y para la sociedad; derecho que ha de ser protegido por los poderes públicos.

Por su parte, el Estado tiene el deber de discernir y colaborar, según el principio de subsidiariedad, con las iniciativas sociales impulsadas desde la sensibilidad religiosa o laica de los ciudadanos. En consecuencia, la laicidad rectamente entendida, es garantía de libertad, igualdad y convivencia.

+ Sin embargo, el laicismo, a diferencia de la laicidad, parte de unos supuestos bien distintos: el Estado laicista no reconoce la vida religiosa de los ciudadanos como un bien positivo para el individuo y para la sociedad, que deba ser protegido por los poderes públicos. Por el contrario, lo considera como una sensibilidad privada, solo tolerable en la medida en que no tenga pretensiones de impregnar la vida social o de influir en ella. Se da por supuesto que las religiones no pueden proporcionar un conjunto de convicciones morales comunes capaces de fundamentar la convivencia en una sociedad plural. Más bien, se parte del falso prejuicio de que las religiones son fuente de intolerancia y de dificultades para la pacífica convivencia.

En consecuencia, el laicismo entiende que la religiosidad debe ser recluida a la vida privada, y que ha de ser sustituida en el ámbito público por un conjunto de valores a modo de “señas de identidad” del estado democrático, sin referencia religiosa alguna.
De esta forma, una vez descartadas las convicciones religiosas en la vida pública, le correspondería al poder político configurar una nueva conciencia moral pública de los ciudadanos en sustitución de su conciencia religiosa.

Es claro, que esos presupuestos laicistas están llenos de falsos prejuicios y que son deudores de algunas de las leyendas negras que se han vertido contra el cristianismo; además de que desconocen la riqueza de la doctrina social católica. En realidad, la convivencia en una sociedad plural, no debe “dejar en el banquillo” o “poner entre paréntesis” los propios ideales y las propias convicciones de sus ciudadanos, para acoger una “ética común de estado”, impuesta desde la misma enseñanza. Por el contrario, los ciudadanos están llamados a encontrar en su propia conciencia religiosa, o en su visión laica de la vida, los fundamentos eficaces para el respeto a la libertad de los demás, actitudes de colaboración en la búsqueda del bien común, etc.

Citando a Mons. Fernando Sebastián, el futuro no puede estar en un “laicismo obligatorio”, sino en el diálogo honesto y sincero entre las religiones y con los sectores laicos. El cometido del Estado no es el de ser el formador de las conciencias de los ciudadanos, según un “mínimo común ético constitucional”.

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Y bien, hecha la explicación de lo que entendemos por laicismo, y por laicidad positiva o sana laicidad, paso a abordar directamente el título de esta conferencia: “La asignatura de Religión en la escuela”. Tal vez alguno podría matizarme diciendo que lo que está en discusión no es la clase de Religión en sí misma, sino solamente su presencia en la escuela pública. Pero creo que quien piense tal cosa se está equivocando. Me explico:

El laicismo anticristiano es astuto, y suele tener la “estrategia” de plantear sus objetivos por etapas: primero, despenalización del aborto en casos muy extremos y conmovedores; pasados unos años, cuando ya haya “madurado la conciencia social”, el aborto libre pasa a ser reconocido como un “derecho democrático”…; finalmente se termina por no respetar ni siquiera el derecho a la objeción de conciencia de quien no quiere ser copartícipe del aborto. He aquí un caso práctico del fenómeno que Benedicto XVI ha descrito con el término de “dictadura del relativismo”.

Pero no se asusten, que no es mi intención hablar aquí del aborto. Lo he citado simplemente como ejemplo y como método –¡espero que eficaz!- para reclamar la atención de quienes pudiesen estar un poco distraídos en este desayuno del “Fórum Europa, Tribuna Euskadi”...

En el caso de la clase de Religión, creo que está ocurriendo algo por el estilo: se empieza por poner todo tipo de “palitos” en las “ruedas” al estatus de la asignatura (evaluable o no evaluable; troncal o secundaria; con asignatura alternativa o sin alternativa; en horario escolar o extraescolar; etc, etc, etc); se sigue por reivindicar su exclusión del sistema público de enseñanza, en nombre de una malentendido concepto de “escuela laica”; y se terminará -a medio plazo- por forzar su salida del curriculum de la misma enseñanza privada concertada. Como he dicho al principio, la asignatura de Religión está sometida a un verdadero acoso… Lo que está en juego no es ya su inserción en el sistema público, sino su misma razón de ser en la enseñanza reglada.

Pero vamos a dejar de hablar por unos momentos de nuestros problemas. Ahora quiero expresar en positivo una serie de razones pedagógicas que fundamentan la necesidad y la razón de ser de la asignatura de Religión en el sistema de enseñanza:

1ª.- La clase de Religión es un derecho, no un privilegio: A base de tanta polémica sobre esta asignatura, algunos católicos pueden estar arrastrando una especie de complejo, como si hubieran logrado hacerles creer que la presencia de la clase de Religión en la escuela, es una reminiscencia del antiguo régimen en esta sociedad democrática. Muy al contrario: se trata de un derecho, reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU (1948): “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza –repito por si a alguno se le ha escapado el matiz: “¡por la enseñanza!”-, la práctica, el culto y la observancia”.
Nuestro marco constitucional reconoce también este derecho, como luego desarrollaré. Y no estaría de más, conocer en detalle cómo la asignatura de Religión tiene, en la actualidad, un tratamiento bastante más relevante en la mayoría de los países europeos que en España. En aproximadamente la mitad de los países europeos, la asignatura de Religión es obligatoria en el sistema educativo; y en la otra mitad, es de libre elección. Como podemos comprobar, insertar la religión en el ámbito escolar es, entre otras muchas cosas, una forma de “converger con Europa”.
Tampoco estará de más recordar que el dinero con el que se paga a esos profesores de Religión, al contrario de lo que parece desprenderse de algunas críticas contra la Iglesia, no sale del bolsillo particular de ningún gobierno, sino del de los propios padres de los alumnos, quienes pagan “religiosamente” los impuestos al Estado laico.

2ª.- La clase de Religión no es equiparable ni sustituible por la Catequesis: La asignatura de Religión está destinada principalmente a una formación intelectual, aún con la peculiaridad de ser confesional; mientras que en la Catequesis se procura introducir al alumno en el seguimiento personal de Jesucristo. Aun a riesgo de simplificar la cuestión, podríamos decir que la clase de Religión y la Catequesis se diferencian y se asemejan, de forma similar a como lo hacen el “conocer” y el “amar”.

3ª.- La clase de Religión ayuda a entender la cultura que hemos heredado: Un joven no podrá entender la pintura, la música, la escultura, la arquitectura, la filosofía, la historia, la política, el folclore, las tradiciones… en definitiva, sus propias raíces; si no conoce en profundidad los fundamentos de la religión católica. Y lo mismo cabría decir, en un nivel más genérico, de una comprensión mínima de las demás religiones, para poder asomarnos a esta “aldea global” en la que vivimos.

4ª.- La Religión ofrece una cosmovisión frente a la fragmentación del saber: Hoy en día existe una gran “parcelación” del saber humano, acompañada de una sobreacumulación de datos, tanto en las disciplinas científicas como en las humanísticas. Se trata de una fragmentación que ha contribuido notablemente al auge de una cierta crisis de identidad cultural, de valores, de certezas…
Con frecuencia se recurre a la simple explicación de que esa fragmentación es fruto inevitable de la especialización en el saber, olvidando que la exclusión del hecho religioso también nos está dificultando la integración de todos estos conocimientos en una sabiduría global de la existencia.

5ª.- La religión responde al sentido de la existencia: Una enseñanza global debe responder a las preguntas clave sobre el sentido de nuestra existencia. ¿De qué me sirve conocer la evolución del Universo, si nadie me explica por qué y para qué estamos en esta vida? ¿Cómo podemos fundamentar los derechos del ser humano sin dar razón de la diferencia esencial entre el animal irracional y el hombre racional? ¿Cabe hablar con optimismo de los avances científicos y de la sociedad del futuro, si no tenemos fundamentada nuestra esperanza en el más allá de la muerte?...

6ª.- Diálogo interreligioso: Somos sobradamente conscientes del grave problema que para la paz mundial representan los fundamentalismos. Cada vez vemos con más claridad que la estabilidad internacional, e incluso nuestra convivencia con un buen número de inmigrantes, necesita estar sustentada en el diálogo interreligioso. Ahora bien, sólo puede dialogar quien tiene conciencia y conocimiento de su punto de partida. De lo contrario, más que a una “alianza de civilizaciones”, estamos abocados a la desaparición de la nuestra.

7ª.- Educación moral: Está claro que una educación integral debe incluir la dimensión moral. De poco servirá la acumulación de conceptos en la enseñanza, si no existe un espacio específico en el que se eduque en comportamientos morales como la sinceridad, la solidaridad, la justicia, el respeto, la generosidad… He aquí otra dimensión esencial de la asignatura de Religión: la moral.

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Permitidme ahora insistir en el primero de los siete puntos a los que he hecho referencia: Estamos oyendo, una y otra vez, la retórica de que la existencia de la clase de Religión está fundamentada en un Concordato Internacional entre el Estado español y la Santa Sede; Concordato que ya estaría caduco… Sin embargo, se calla lo principal: el fundamento jurídico determinante de la presencia de la asignatura de Religión en la escuela, está en el artículo 27.3 de la Constitución Española: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Es decir, nuestra legislación reconoce que los padres tienen derecho a marcar la orientación moral y religiosa de la formación de sus hijos, y las autoridades tienen el deber de poner los medios para que esto se lleve a cabo.

El desarrollo plasmado en el Concordato del Estado español con la Santa Sede, sobre esta materia concreta de la asignatura de Religión, no hace sino vehicular el derecho reconocido por la Constitución Española. Tengo para mí, que una buena parte de quienes critican el Concordato de 1979 –obviamente, reconozco que también existirán posiciones críticas más matizadas-, tienen un problema de fondo inconfesable: se sienten incómodos con el artículo 27.3 de la Constitución, que reconoce el derecho de los padres a la educación moral y religiosa de sus hijos. ¡¡Cómo les gustaría poder derogarlo!! Da la impresión de que les falta la valentía suficiente para expresar abiertamente su ideología de partida: a medio camino entre el marxismo, el liberalismo y la ideología de género.

Hasta que tuvieron lugar las reformas educativas de la LODE y la LOGSE, la asignatura de Religión era evaluable y tenía la asignatura de Ética como alternativa de libre elección. La gran mayoría de los sectores sociales, entendían que aquélla era una solución pacífica y justa. Existía la posibilidad de elegir entre una enseñanza moral confesional o una ética aconfesional. La gran pregunta es: ¿Por qué se derogó algo tan razonable que funcionaba bien? Aquellas reformas hicieron que la enseñanza religiosa, abocara, en la práctica, a una lenta y progresiva agonía… Cada posterior retoque, ha supuesto otra vuelta de tuerca más, en orden a un progresivo arrinconamiento de dicha asignatura

viernes, 6 de mayo de 2011

EL TIEMPO ENTRE COSTURAS





Hacía tiempo que no disfrutaba tanto leyendo. La apasionante vida de Sira Quiroga me ha tenido en vilo las últimas semanas. He redescubierto el goce de vibrar con una buena lectura. Ha sido un viaje al pasado reciente de España, la cara más triste de una historia hecha de recelos, rivalidades, ambiciones y miseria. La época del protectorado de Marruecos, del extraperlo, el wolframio destructor, las alianzas extranjeras, el plan Marshall. Una época en la que muchos, de un bando y otro sufrieron las consecuencias de una guerra que nadie quería. María Dueñas nos ha remontado a un pasado lleno de desgarro pero no exento de cierta ingenuidad. Cuando terminé las más de 600 páginas lamenté el fin, ciertamente la historia me ha parecido apasionante. Un libro para recordar. No se debe olvidar la Historia ya que como alguien dijo una vez "los que se olvidan de la historia están condenados a repetirla". Un recuerdo que debe ser aderezado y endulzado con el dulce poso que deja el perdón.





martes, 3 de mayo de 2011

TODO VA DONDE DEBE IR




José Luis Restán, director editorial de la Cadena Cope, escribe en Páginas Digital del 03/05/2011 sobe la beatificación de Juan Pablo II.


Fiesta del pueblo, fiesta de la fe. Como una misteriosa revancha de tantas amarguras. Como imagen viva de una fe que ensancha la razón, genera un pueblo e impulsa al compromiso por la justicia y la dignidad de todo hombre. Habían llegado de todos los rincones, alegres y serenos. No era una fiesta de la nostalgia sino una celebración completamente orientada al futuro. Para atravesar ese umbral de la esperanza, para remar en ese mar abierto al que siempre nos quiso conducir Karol, ya beato de la Iglesia.
Roma ha lucido especialmente hermosa, habitada por este pueblo consciente y en fiesta. Roma eterna, no tanto por sus numerosas glorias pasadas sino por el corazón que siempre la anima, el corazón de Pedro, el pescador de Galilea. Recorriendo sus plazas y sus iglesias, contemplando la certeza serena de los peregrinos que arribaban a la ciudad de los apóstoles, he entendido aquella bellísima intuición del joven Newman, todavía anglicano, en su primera visita: "¡oh si tu Credo fuera cierto, porque tú pacificas el corazón, Iglesia de Roma!". Eso es lo que yo he sentido al estar allí, que todo está donde debe estar y va adonde debe ir (entre oscuridades y tormentas, sí) según una sabiduría que afortunadamente no es la nuestra.
Benedicto XVI tampoco ha pronunciado una homilía para la nostalgia. Ha trazado un perfil del hombre Karol Wojtyla determinado por su "fe fuerte, generosa y apostólica". Un cristiano modelado por el sí a su vocación, especialmente la de ser Sucesor de Pedro ("Dichoso tú, Simón"). Un hombre elegido por Dios para conducir a su Iglesia en la tormenta, para introducirla en el siglo de la posmodernidad, para renovarla y arraigarla según la brújula del gran evento del Vaticano II. Esto es lo que el Papa Ratzinger piensa del beato Juan Pablo II, y basta ya de mezquindades y jueguecitos. Ésta es una homilía sobria, llena de afecto contenido, pero también precisa, minuciosa: un juicio para el camino del futuro.
En primer lugar Benedicto XVI ha elegido la frase del testamento de Juan Pablo II que se refiere a su convicción de que el Concilio Vaticano II es el gran patrimonio del que habrá de beber la Iglesia durante "muchísimo tiempo". Al elegir esta frase el Papa Ratzinger la hace suya sin ambages. Quienes piden un nuevo Syllabus ya saben a qué atenerse. Pedro ha hablado, más aún, habla sin parar desde Juan XXIII a nuestros días, y habla con una claridad que sólo los presuntuosos y los sectarios podrían no escuchar.
Pero el Papa no se contenta con eso. Clarifica cuál es la "causa del Concilio", la causa por la que vivió y murió el beato Juan Pablo II: que el hombre abra sus puertas a Cristo, que la sociedad, la cultura y los sistemas económicos y políticos se dejen iluminar y sanar por la presencia del Resucitado. Y rinde homenaje al Papa polaco que "con la fuerza de un gigante, que le venía de Dios" invirtió una tendencia que parecía irreversible: la de la irrelevancia de la fe, la de su insignificancia, la de su carácter arqueológico, la de su reducción a mera ética o a piedad separada de los intereses de la vida.
Gracias a su experiencia vivida bajo el marxismo, el Papa Wojtyla supo desenmascarar la pretensión de las ideologías de cumplir la esperanza del hombre, y reivindicó legítimamente para el cristianismo la respuesta a esa esperanza, restituyendo a la fe su plena significación humana, social e histórica. Por eso pudo fijar la fórmula "el hombre es el camino de la Iglesia y Cristo el camino del hombre", que como subraya Benedicto XVI es la síntesis de la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su timonel, el Siervo de Dios Pablo VI. Hay aquí un juicio teológico e histórico de la más alta autoridad de la Iglesia, que ninguno podemos saltarnos.
"Todo está donde debe estar y va donde debe ir", confiesa el Miguel Mañara de Oscar Milosz. Y es así sencillamente porque el Señor no abandona a su Iglesia. No hace falta ser un místico para reconocerlo. Ha sido Él quien asistió al lúcido y sufriente Pablo VI para que condujese la gran tarea del Concilio. Ha sido Él quien sacó de la buena tierra polaca al mejor de sus hijos para sentarlo en Roma, cuando nadie lo esperaba, y todos nos quedamos boquiabiertos. Para que rompiese el círculo de hierro de la insignificancia y la expulsión de la fe. Para que comenzase a realizar esa nueva presencia misionera que el Vaticano II había soñado y pergeñado. Y por supuesto ha sido Él quien contra viento y marea ha calzado las sandalias del pescador a Joseph Ratzinger, para que el Papa teólogo formule este juicio neto y radiante, y para que sostenga y profundice esta tarea en el mar abierto del siglo XXI.
Ahora parece tan sencillo reconocerlo... Pero confesemos que en algún momento Jesús nos habría dicho como a Pedro: "¡qué poca fe!, ¿por qué has dudado?".

UNA PROPUESTA DE PABLO D’ORS