miércoles, 3 de enero de 2018

AL RESGUARDO DEL AGUACERO








Caminábamos a través de los bosques, llanuras, valles y veredas. Soportábamos un sol implacable, los azotes  violentos de la más desapacible tormenta. Tuvimos que resguardarnos del aguacero en una cueva profunda.  En lo más recóndito de la montaña. Tu me instruiste. Llenaste mis horas de música y lírica, mis días de historias de celuloide. Parte de lo que soy es gracias a ti.
Llegó el invierno, crudo, los vampiros comenzaron a sobrevolar tus cielos. Conocían tu debilidad. Dadivosidad sin medida. Ellos se bebieron tu sangre hasta dejarte extenuado, al borde del precipicio, exánime, apenas sin vida.
No podías caminar. 
Entonces me pediste que continuara mi marcha y te dejara desgranar tus minutos hasta que se convirtieran en los últimos de tu existencia. Al borde del camino.
No pude. 
Eres mi hermano pequeño. No te lo dije. Dignidad íntegra.
No puedo dejarte al borde del camino, justo cuando más me necesitas.
Y cargué contigo para seguir avanzando por el angosto camino que nos llevaría hacia la libertad.
Esperábamos ángeles. Siempre llegan. 

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