domingo, 31 de diciembre de 2017

EL BANQUETE





La estancia había sido dispuesta para el banquete. En la mesa, vestida con el mantel de encaje recién planchado brillaba la cuberteria recién pulida para el banquete navideño. La cristalería exhibía vanidosa un brillo imposible. La vajilla reposaba perfectamente alineada en paralelo con el resto del menaje. Una armonía prusiana que ensalzaba el gusto por la perfección de las  manos primorosas que estaban detrás del montaje de aquel impecable conjunto visual. Los futuros comensales entraban y salían como sin hacer ruido quizás contagiados por la frialdad de aquella perfección. De pronto alguien hizo sonar música desde un dispositivo. Los violines se hicieron con el aire y exhalaron su dulce perfume sonoro invadiendo de armonías melódicas el espacio. Fue entonces cuando mi hermaeno dijo: Eso está mejor. Aquel pequeño detalle había llenado de vida la estancia. Es la música que yo escucho cada año en mi casa tal día como hoy. Llevo haciéndolo muchos años. Dijo. Y el gélido ambiente se tornó entrañable.
A menudo son las pequeñas cosas, por insignificantes que sean,  las que hacen que todo cobre sentido. Una pequeña luz que en su poquedad aniquila la oscuridad. La tímida sonrisa que aquel camarero nos regaló al servirnos el café que iluminó la mañana, el abrazo de un alumno que se alegró de ver al profe, la mirada del anciano quebrado cuando ve entrar a su esposa por la puerta de habitación del hospital, el chiste ingenuo que llegó por whatsapp de aquel amigo al que creíamos perdido, la mano cálida que mi compañero posó sobre mi hombro cansado.
Tenues y tímidos regalos envueltos en la fragancia de la ingenuidad que escriben versos impregnando de lírica la prosa de nuestra rutina.
La novedad de lo pequeño que nunca cansa. Las naderías que conforman nuestra felicidad.
Regalemos pequeñeces, riamos por tonterías, guiñemos los ojos. Propongo para este nuevo año dar patente de corso a la insignificancia. No sería nada nuevo...hace aproximadamente dos mil años el mismo Hijo De Dios entregó su vida por los insignificantes. Si ellos estuvieran invitados al banquete serían los invitados de honor ¿Apostamos algo?

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