domingo, 16 de octubre de 2016

NOS QUEREMOS





   Conversábamos animadas un grupo de amigas sobre cosmética  y los milagros que la misma obra en nuestras pieles maduras. Todas estamos deseosas de novedades para congelar las inevitables secuelas del paso de los días.
   De vez en cuando es necesario reciclarse en estos menesteres. Nunca sabe una donde hallará el ansiado producto milagroso, el elixir de la eterna juventud.
   A nuestro lado los maridos pacientemente estoicos escuchaban nuestras diatribas en un estadio intermedio entre la fascinación y la perplejidad.

   Es algo que siempre me ha fascinado, la diversidad de mundos que existe entre los dos sexos. 
   
   Me crié entre hermanos y siempre sentí gran atracción por esa manera tan distinta de ver la vida. Curiosa era su manera descomplicada de zanjar las discusiones casi siempre al margen de la dialéctica y la oratoria. Lamentaba sus caracteres reservados que me impedían acceder a su esfera más íntima. Lo que hubiera dado por compartir con ellos esos momento en que se encerraban en sus habitaciones con sus amigos. Pensaba en aquellos mundos fascinantes que me tenían vetados: era lo que tenía ser chica y encima la pequeña.¡Lo que hubiera dado por poder acceder a sus secretos inconfesables!, pero sus habitaciones eran santuarios vetados para enanas fisgonas.
Por eso ayer mientras hablábamos de cuestiones femeninas no pude evitar recrearme en los rostros de nuestros acompañantes varones. ¡Eran un poema!

¡Pero qué diferentes somos!

   Y en esa diferencia radica precisamente la atracción que precede al enamoramiento. Una  atracción que nos arrastra a locuras, diabluras, corduras, renuncias, auges, caídas y recaídas, sueños, desesperaciones y bendiciones. Diferencia que es motor de vida y destructor de imperios. Diferencias irreconciliables que concilian voluntades y aúnan seres tan diferentes y complementarios impulsados por la energía más poderosa que existe: EL AMOR.

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