Tienen una voz deliciosamente seductora. Encantan, fascinan, vuelven locos a mortales, semidioses y dioses.
Arrebatan con su belleza. Encandilan con su magnetismo. Llevan al más profundo de los abismos. Socaban la más inexpugnable de las fortalezas. Destruyen ejércitos, aniquilan voluntades, desarticulan comandos, horadan la más pétrea de las rocas.
Por eso Ulises previno a sus hombres contra ellas. El femenino canto de estas criaturas acuáticas era letal, irresistible, encandilaba a los marineros de tal manera que estos seducidos por la belleza de sus voces olvidaban su cordura y perdían el norte precipitando el barco hacia un naufragio seguro.
Todos escuchamos alguna a lo largo de nuestras vidas. Lo realmente complicado es reunir el valor para taparse los oídos y evitar dejarse seducir por su poder irresistible. La atracción irresistible del canto de una sirena.
Esta mañana vi una de ellas en una sillería de coro durante la visita a una iglesia de Zamora...menos mal que no cantaba :-)
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