lunes, 31 de octubre de 2016

ESTÁN RESPIRANDO AMOR

Resultado de imagen de cementerios

Lóbregos augurios se ciernen sobre el alma de D Juan. 
Tras una vida de libertinaje y desaforamiento marcada por el juego, la lujuria y la muerte es hora de volver al lugar donde todos igualan suerte y fortuna. 
El cementerio: pétreo destino de mortales donde el sepulcral silencio asegura un descanso perpetuo le espera. 
Atrás quedarán risas y juergas, farsas y empresas, lances y tropelías, deleites y gozos.
D Juan se prepara para asumir su fatal destino.
El futuro es muerte y desazón. Infierno e iniquidad. 
El comendador viene como emisario diabólico dispuesto a llevárselo a los infiernos en justo pago por su vida de depravación y escarnios.
Voces fantasmales lo envuelven todo en una atmósfera de horror y quebranto...
En derredor vagan espectros infernales. Sus aullidos hielan la sangre. 
El mejor amante del mundo espera ser abrazado por la dama de la guadaña...

Mas de pronto a lo lejos y envuelta en un aura angelical aparece la visión de Doña Inés. Aquella niña novicia que entregó su cuerpo y alma a D Juan sin saber que sólo la quería para ganar una apuesta. 


¡Sálvale a él y deja que yo me vaya a los infiernos Dios mío!¡Dejad que mi bien se salve!. No permitáis oh Dios mío que mi padre se lleve a mi D Juan con él al abismo. Clama la niña con voz de ángel...

Y es entonces cuando el amor constante más allá de la muerte enternece el alma de un Dios que se conmueve ante el sufrimiento de una mujer que sabe amar de ese modo.
Al final los dos amantes se salvan gracias a la fuerza redentora del Amor.

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     Tras contarles la historia a mis alumnos y alumnas - y no sin ciertas reticencias - me atrevo a ponerles un fragmento de la célebre obra de José Zorrilla D Juan Tenorio. En concreto la llamada escena del sofá en el que un D Juan que quizá ya se esté dejando "atrapar" por la cándida inocencia de la muchacha declara su amor a la doncella. El ritmo de los diálogos muestra a una Doña Inés cuyo arrobamiento va in crescendo.
Miro al respetable ¡les está gustando!. ¡No hablan!...Es mas sobre todo las chicas ni pestañean.
 La maestría del actor mantiene a los espectadores en silencio sepulcral.
 Los rostros de mis pupilos denotan que están siendo capturados por la belleza del momento por encima de los diálogos cuyo léxico complejo resulta para ellos un tanto inasequible.
La clase va llegando a su término.

.- ¡Profe no lo quites!
.- ¡No hay tiempo para más chicos!.

Acabad de verla en casa la noche víspera de todos los Santos. Es lo que manda la tradición.

A última hora de esa mañana  el alumnado de otro curso me pide que les cuente lo de D Juan. En el recreo han estado hablando de ello

Misión cumplida. Que no cunda el pánico sino la belleza.




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