jueves, 14 de enero de 2016

DE LUCES Y JAZMINES



    Se alejó escuchando el eco de sus propias pisadas mientras en lontanza los difuminados reflejos de las luces de la ciudad parecían devolverle el estado de su propio interior. Trémulas continuaban temblando mientras el olvido suplicaba campar por su mente.

    Enterraría aquello de la misma manera que al final, una vez alejado, se extinguirían las luces que tan sólo habían logrado deslumbrarle. Estaba realmente empeñado en conseguirlo.

    Siguió caminando, cada vez más seguro, mientras se  adentraba en el asfalto. Enérgicamente sacudió con su mano derecha los últimos granos  de la arena de la playa adheridos entre sus dedos, y de pronto observó las estrellas que brillaban en el firmamento con una luz celestial portentosa.

 Tan sólo ahora, una vez alejado de la ciudad y lejos de los destellos de las farolas, se percató de que todo lo pasado había sido un simple espejismo, embriagador, pertinaz y envolvente...pero espejismo sin más. 

  Revisó los acontecimientos de los últimos días: los reproches de María, aquella manera brusca de decirle que su amor la estaba ahogando. Había perdido el tiempo inútilmente entregando el corazón a quien no pudo aceptarlo. Hipotecó demasiados instantes en aras al egoísmo de una mujer que sólo quería recuperar su juventud. Pero no quería recrearse. Revolver le producía aún un dolor íntimo, como pequeños cortes practicados por una precisa y quirúrgica cuchilla.

   Aún así Saúl  finalmente recibió la recompensa de consiguir rentabilizar sus esfuerzos. Logró una limpia sonrisa sin reservas que le permitió entregarse plácidamente a la contemplación de los regalos celestes. Aquellas luminarias brillantes eran sin duda señales divinas  que le señalaban  el norte hacia una vía segura rumbo a su paz interior.

   Una vez más los recuerdos le hirieron. De tanto estar pendiente de las apetencias de aquella mujer había olvidado entregarse a sus propios e inofensivos desahogos. Los mismo que aun siendo pequeñas cosas diariamente le habían llenado hasta el momento en que María irrumpió en su vida. Y es que cuando la conoció ella entró en su vida violentamente monopolizando incluso sus recuerdos.

  Saúl se obsesionó  llenándose de ella a costa de vaciar su espíritu. María fue un huracán que violentamente había arrasado hasta su más íntima autenticidad.

   La brisa le hizo una suave caricia. El aire olía maravillosamente bien. No le cabía la menor duda. Supo identificarlo de inmediato. Era jazmín...auténtico jazmín...como el que no había olido desde hacía casi cuatro años.

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