viernes, 21 de junio de 2019

VIDAS ROBADAS

Aquel trío de amigas de  vestidos coloridos triscaban  pululando con desenfado  por el patio del instituto. Los chicos  acomodaban   las  pajaritas multicolores coquetamente en sus cuellos  bajo la atenta mirada de  madres que les ayudaban en el empeño. Se veían  distintos enfundados en trajes que les confería cierta  prestancia y empaque. El aire revoloteaba por el patio  impregnando todo de una solemnidad distinta. La familia y los profesores les acompañábamos. Aquel  era el día de su graduación.


Y en la mesa del convite  una familia distinta. La mujer  envuelta en  largo vestido y oculta bajo un velo negro.  Su marido, un atractivo hombre de rostro moreno y abundante pelo canoso. A su lado, el recién graduado, un muchacho alto. Su gesto rezumaba cierto aire de triunfo, como esos estandartes que después de sangriento combate aún permanecen erguidos tras una cruenta batalla.

Me acerqué a saludarles. Había conocido días antes  al muchacho en una actividad aquel  día en que les llevé  al comedor de la Asociacion Leonesa de Caridad. Me sorprendió su modo de escuchar.   Era  refugiado sirio. Intuía que él conocía mejor que nadie el desgarro de quien abandona las calles que arroparon su infancia. Es doloroso desertar por imperativo bélico de los lugares donde proyectaste tus sueños, alejarse de  los cielos bajo los que aún seguirán transitando tus  amigos y todos los familiares que ruegas sigan con vida. 

De pronto sentí el impulso de hablar con su padre. Aquel hombre  solo conocía el árabe pero  el  muchacho nos tradujo. En  sus gestos,  trazas y ademanes de quien ha ocupado una posición social desahogada, del que ha detentado cargos y competencias  para contratar personas, quizá  gestionado empresas. Esperaba  que su hijo pudiera ir a la universidad. Un  muchacho que ahora apenas  chapurrea un balbuceante castellano. Mientras hablábamos su madre, callada, observaba la escena absorbiéndolo todo con unos grandes e inteligentes ojos pardos.

Aunque le ha costado alcanzar los objetivos del curso el muchacho es hábil, puede, y tiene la sabiduría y constancia del que se ha curtido por el miedo, el hambre, la muerte temprana de los que ha querido, el oído acechante del que fue  acunado por la terrible banda sonora un éxodo  que no cesa. 

Mientras conversábamos,  y en derredor, el resto  de  estudiantes , felizmente  graduados, no cesaban de corretear en busca de la foto pérdida.
Ayer fue el día mundial del refugiado. Me acordé del recién graduado, y de su familia. Y de los que huyeron con ellos dejándolo todo tras de sí. En busca de una vida que les robaron. 

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