domingo, 9 de junio de 2019

DÉJÀ VU NADAL


En colaboración con M. Q. M.

Sin duda has tenido  razón una vez más.
 En cada ocasión ha sido algo ya vivido aunque siempre diferente pese a ser lo esperado.
Como las perseidas que cruzan el cielo cada año, dejando una estela precisa, igualmente luminosa que las pasadas.  Volviendo a  evocarnos una agradable sensación de  déjà vu.
 El fulgor de las estrellas no siempre se observa de la misma manera por todos.
Aunque  algunas son tan asombrosamente arrolladoras que irradian  luz plena  como la que  nos regala  la ciudad del amor por excelencia.
Hoy Rafa Nadal volvió a deslumbrar en Paris.
Habrá personas que se queden en la gesta histórica que supone haber ganado por duodécima vez el gran torneo galo  de tierra batida o en sus diociocho grand slams, a tan sólo dos de su rival y sin embargo amigo,   Roger Federer, de quien también ha aprendido muchas estrategias para seguir en lo más alto. 
Habrá otras que  se hayan quedado deslumbradas por un gigante del deporte  que es capaz de salir a la pista tras dolorosas infiltraciones o envuelto en vendajes que cubren  las llagas de sus manos y mitiguen los dolores de sus articulaciones o alivien los calambres y demás molestias asociadas a largas horas de entrenamientos y partidos.
Más de uno sin duda se habrá emocionado ante las  palabras que pronunció en varios idiomas. Primero en inglés,  felicitando caballerosamente, tal como nos tiene acostumbrados,  a su rival el austriaco Dominic Thiem.  Luego  en francés asegurando, con la humildad y modestia que le caracterizan: “Todo esto es increíble, no puedo ni explicar la sensación que tengo. Es un sueño que nunca me hubiera imaginado cuando gané la primera vez en 2005". Y finalmente en un español con cierto acento mallorquín confesando que hace muy poco tiempo ni siquiera sabía si podría llegar a estar en Roland Garros.


Pero ciertamente lo que nos ha fascinado son esos dos atouts que le convierten en una persona y deportista extraordinarios: En primer lugar su capacidad de volver y volver pese a todo y contra todo. Cosido de lesiones, cargado de problemas personales y familiares que podrían restarle concentración y apartarle de la alta competición, la presión mediática de los que no confiaban en sus posibilidades por haber pasado ya la treintena.

Y en segundo lugar esa increíble capacidad de reinventarse alumbrando un Nadal nuevo que es capaz de revisar y modificar su juego pasando de ser un típico jugador español de fondo largo a volear como los mejores. Mejorar los saques, mostrando un juego más agresivo y acortando los puntos para combatir un posible desgaste físico a destiempo, angulando al límite, aprendiendo instantáneamente de los errores y desgastando, sin soberbia,  a un rival falsamente ilusionado tras ganar el segundo set. 
Pero nada es por casualidad y detrás de eso hay un gran esfuerzo y capacidad de lucha, superación, evolución constante, resiliencia y  autoconciencia de que era necesario adaptar su físico y mentalidad  a los nuevos cambios, perdiendo algo de peso a la par que masa muscular para ganar en agilidad  y reformando su estilo de juego.
El resultado lo disfrutamos hoy emocionados viendo cómo este nuevo héroe de la historia, embajador del deporte español,  nos ha hecho repensar en los grandes valores que deben regir no solo el deporte sino la vida misma. Ejemplo para jóvenes y veteranos.
 Verte nos ha permitido soñar  juntos pensando que también los demás podemos reinventarnos si le echamos el coraje suficiente.
  Seguiremos viéndonos en Paris. A bientot!



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