viernes, 1 de marzo de 2019

POSTUREO



    Aunque la RAE  haya recogido recientemente el término postureo como  neologismo usado de manera especial en el contexto de las redes sociales,  lo cierto es que ya en época de Jesús a  los Apóstoles, dicho sea con todo el cariño del mundo, se les veía el plumero. Para muestra basta aquel día en que de camino a Cafarnaúm andaban tensos. Nos lo contaba San Marcos esta semana en el Evangelio. Jesús, una vez en casa, y conocedor de las debilidades de los suyos, les preguntó el motivo de la disputa. Ellos al principio callaban. Les daba reparo confesarle al maestro que habían venido discutiendo sobre cuál de ellos era el más importante. Eso es precisamente el postureo, tal como lo acaban de  definir  los académicos.  La actitud artificiosa e impostada que se adopta por conveniencia o presunción. No me quiero imaginar lo que habría sucedido de tener el móvil a mano y acceso al instagram o al Facebook. Quizá habrían empezado a tirar de las fotos subidas o del material gráfico albergado en la galería de su dispositivo :
.- Mira, en primera fila durante el milagro de los panes y los peces,
.-  Ya pero da la casualidad de que  lo del paralítico me lo contó a mi,
.- ¿Y en la Transfiguración?¿ eh?¿ Quién estaba en la Transfiguración?,
.-  Oye que yo tengo un canal de YouTube.

 Lo habrían tenido fácil. Eran los  seguidores del mayor influencer de la Historia.
Pero sigamos con la narración . 

   Jesús,   como buen Maestro, les hace reflexionar sin acritud
Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos. Y tomando y abrazando a un niño los situó en medio de ellos diciéndoles: 
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

   ¡Cuántos sucesos en tan pocas palabras!
   Una historia llena de ternura sobre el servicio.
  Una pedagogía que bien conoce y practica nuestro Papa Francisco del que hemos hablado ampliamente esta semana en el IV simposio Iglesia-Sociedad organizado por la Diócesis.

   Les llamaba la atención a los alumnos este Evangelio.  Reflexionábamos en clase sobre el hecho de  que los Apóstoles adolecieran de estos fallos. Me alegré de poderles mostrar  a unos seguidores de Cristo de carne y hueso, profundamente humanos pese a su santidad.

   Esa, la consiguieron con el tiempo, queridos alumnos, y después de mucha poda de postureo.

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